domingo, 15 de diciembre de 2013

SIMÓN BOLIBAR, PELOTARI EN MADRID


MADRID AÑO 1799
En confirmación de tal aserto pongamos de relieve un hecho acaecido en el año 1799 entre dos futuros paladines de naciones.
Uno de los personajes se llamaba Simón Bolívar.Contaba éste a la sazón (17 años). Dedicado a la milicia con el grado de subteniente, su padre le envió a Madrid a completar su instrucción y educación, harta deficientes.Durante ese viaje fracasó en sus gestiones de entablar relaciones con el futuro Emperador de Francia Napoleón Bonaparte, con todo en su ambición dio su nombre a las sociedades secretas. En la capital Española brillaba la estrella de otro “Caraqueño” llamado Manuel Mayo, guardia de “corps” de la Corte, influyente con la Reina María Luisa, pintada por el mágico pincel de D. Francisco de Goya. Desbancada la privanza del otro palaciego, Godoy. A él venía recomendado nuestro Simón Bolívar. La opereta real protagonizada por aquellos admitía desde este momento a otra figura, Simón Bolívar que a su vez consiguió eliminar la influencia amorosa del privado Venezolano. Las idas y venidas de Bolívar en compañía de María Luisa al Palacio Real se hicieron frecuentes. Un día concertaron un partido de pelota en Aranjuez, el Príncipe  D. Fernando y Simón Bolívar.Tal suceso no merecería el honor del recuerdo si no fuera por el final tragicómico. Cuando más ardientemente disputaban a raqueta, el venezolano, desde la zaga, cometió una pifia fenomenal, dando la pelota en la cabeza del más tarde rey de España. El gorro del Príncipe voló  y de resultas del golpe quedó conmocionado. Pero fue más el susto que otra cosa.
Años después comentando el “Libertador de América” descendiente de vascos, aquel episodio afirmaba socarronamente.
“Quien habría de decir a Fernando VII de España que había yo de arrancarle más tarde los más hermosos florones de su corona…”
Así sucedió efectivamente:


 
Cuadro del frontón, pintado por el Chileno Santiago de Arcos, 
a principios del siglo XX
                                           

AÑO 1800
Rebelais en el siglo XVI, en su obra “Gargantúa”; pone un “Enigma” en profecía y en verso que, a estar a lo que el propio autor dice por boca de uno de sus personajes, es una metáfora pelotistica.
Pero creemos que fue Bajot el primero y seguramente el último también en componer un poema a la pelota.
Lo hizo hacía el año 1800, es decir en plena época de decadencia de los “jeux de paume”, largo y corto, y lo dedica a la “longue paume” en particular.
Tal vez le ilusionó pensar que esa modalidad al aire libre y con raqueta pudiera atraer a los amantes de los ejercicios al aire libre y contribuir al resurgimiento del juego.
Por aquella misma época comenzaba a adquirir importancia una robusta rama del juego de pelota: la llamada pelota-vasca. También ella, como la pelota tradicional o europea, suscitaría manifestaciones literarias, que al principio serán meramente orales, no escritas. Oscuros y modestos bardos ponen en rima euskerika las hazañas de sus pelotaris, hijos del pueblo, y éste las canta en sus reuniones.
Paro aún ha de pasar bastante tiempo antes de que esas producciones de los “versolaris” se trasladen al papel impreso.
Mientras, se irán manteniendo, más o menos deformados en la memoria de las gentes. Se supone que los primeros versos impresos (los llamados “bertso-papera”) comenzaron a parecer entre los años 1815 y 1835.
Pero versos de esa época referentes a la pelota en particular no se han encontrado aún: todos ellos son posteriores a Iztueta en su “Historia de Guipúzcoa” escrita en euskera en el año 1845, nos da a conocer unos versos alusivos a un partido celebrado en el año 1720, que él conocía a través de los ancianos de su tiempo y que estaban inéditos. Tampoco es demasiado antigua la publicación de los cantos que hablan de Perkain y de Azantza, pero no se puede dudar de que fueran compuestos mucho antes, en vida de estos pelotaris.
Nos llama la atención de los investigadores el hecho de que en las “Pastorales”, género teatral muy antiguo y eminentemente popular no salgan a relucir los pelotaris entre sus personajes, y deducen de ello que el juego de pelota no era popular antes del siglo XIX.
Deducción totalmente errónea, desmentida por multitud de irrebatibles pruebas. Pero con todo resulta interesante llamar la atención sobre esta ausencia del juego nacional de los vascos en los argumentos de las Pastorales.
Después de 1850 los versolaris muestran mayor interés por el juego es decir, por ocuparse de él en sus versos.
Pero se advierte que ese interés es mayor entre los bardos franceses (koblariak pertsulariak). Fueron ellos quienes cantaron las proezas de Perkain y de Azantza, quienes pusieron coplas a un partido “Internacional” en Urruña y quienes inmortalizaron el partido de Irún en el año 1846.
Esto nada tiene de extraño por otra parte, pues Perkain y Azantza eran Vasco-Franceses, y los citados partidos fueron ganados por los vasco-franceses contra los del sur…seguro que si sucede a la inversa ellos habrían permanecido mudos y cedido la musa a sus hermanos de la península…
El Padre A. Zavala, menciona algunas composiciones que hablan de rivalidades internas que bullían entre los pelotaris de allende el Bidasoa.
También eso es natural, pues la pelota ha sido uno de los medios más poderosos para fomentar los localismos no siempre, por desgracia exentos de pasiones bastardas y de motivaciones extra deportivas.
“Es muy digno de tener en cuenta añade el Padre Zavala que esta época de desafíos a la pelota corresponde exactamente a la época de desafíos entre versolaris.
En efecto, el espíritu de competición obligaba al Bersolari, a ampliar el campo de su temática, y ciertamente que la pelota le daba ocasión para ello.
Pero con todo, y aun teniendo por muy sugestiva la observación de A. Zavala, la verdad es que no se conservan, como hemos dicho, muestras poético-pelotisticas de la primera parte de esa época de desafíos, salvo en contadas ocasiones, con partidos inéditos a mediados del siglo XVIII
En el año 1853 el sacerdote Martín Ettxegaray marra un partido Lamiarrieta, que el lector vasco podrá leer como la mayor parte de los retazos literarios que se citan en este preámbulo.
Ese mismo año, otro sacerdote-poeta publica su poema “Euskaldunak” que contiene un capitulo dedicado al juego de pelota.
Comienza con él una nueva etapa en la literatura vasca de la pelota, marcada por la aparición de unos escritores dotados de auténtica calidad poética, superior en su forma a la del simple bardo popular sin más preceptiva literaria que la de su instinto le dicta.
Poco después de 1860 los versolaris de la generación del gran “Xempelar” nos legan inestimables muestras de su ingenio poético aplicado a la interpretación, objetiva o subjetiva, del juego de la pelota.
Udarregui relata en el año 1862 un partido jugado en San Sebastián en el que intervienen elementos tan destacados como el Oyarzuarra “Urtxalle” y el Aheztarra de (Laburdi) Mateo, llamado “Frantsesa”. Luego los Azcarate, los Santa Cruz, los Txirrita y otros muchos siguen cultivando ese motivo, que posteriormente pasa a formar parte del temario obligado de los concursos de versolaris hasta nuestros días.
Los modernos bersolaris tampoco desdeñan tratar del juego vasco por antonomasia. La técnica de esos vates se ha ido perfeccionando, su estilo se ha hecho más elevado, su vocabulario más depurado, su forma más acabada.
Podría decirse de ellos, sin exagerar, que son superiores a muchos de los que antaño fueron  tenidos por buenos poetas.
El primer prosista vasco de la pelota ¡primero en tantas cosas¡ fue Juan I de Iztueta.
El capitulo de su libro de danzas titulado “Pillotariak” constituye una amplia crónica de la pelota, que refleja su modo personal de enjuiciar el estado de este deporte en su tiempo y en su provincia natal, Guipúzcoa.
Es un encendido elogio, con ribetes de epitafio, de la pelota antigua, el “Largo”; y una diatriba violenta de los nuevos modos recientemente implantados.
Claro que Iztueta no pretende, ni ahí ni en el resto de su libro, hacer “literatura pura”; pero todo el fragmento es un exponente del estilo iztuetano, tan característico y personal, y no sería justo silenciar su nombre entre los literatos ni dejar de incluir el texto de su capitulo en esta antología de la pelota.
Después de Iztueta la prosa euskérica sobre la pelota enmudece. El mismo vuelve a tomar la pluma, hacia el final de su vida, para cantar las glorias de su amada Guipúzcoa, y reincide sobre el tema, pero ahora lo hace con menor extensión y con un acento muy distinto.
Y después de él, prácticamente nada hay hasta bien entrado el siglo XX.
Anotamos, eso sí, unas cartas en euskera que refieren hechos de mediados del siglo XVIII, el famoso partido de Irún entre 1846-1857, la intervención de la txistera, pero se trata de escritos del primer cuarto del siglo, que relatan sucesos no vistos por sus autores aunque, eso sí, perfectamente comprobados.
Entre los autores del otro lado del Bidasoa destaca principalmente el nombre del Dr. J. Ettxeparen. Su “Pilota Partida” es una pieza antológica que puede ponerse a la par de las mejores producciones similares en otros idiomas léase Unamuno o Pierre Loti.
Conviene recordar que el Dr. Ettxeparen poseía, además de su gran talento literario, un profundo conocimiento del juego de la pelota y de la patología especifica de los pelotaris, como lo demostró en su tesis doctoral, publicada en el año 1900.
Iturralde segundo apellido del académico Pierre Lafitte es también un excelente conocedor de la pelota y de sus problemas.
Véase si no la magistral pintura que nos hace de María Lazo y de sus pintorescas andanzas por las plazas de pelota del país.
Si D. Antonio Peña y Goñi se ganó el titulo de “maestro de la biografía” el abate Jean Elissalde merece igualmente tal calificativo por sus tan bien logradas semblanzas de los pelotaris de su tiempo.
Damos en esta “Antología” dedicada al Oriotarra V.Embil, gran jugador de rebote que gozó de la más alta estima entre los pelotazales de allende el Bidasoa.
La pelota-vasca espera la aparición de nuevos Ettxepares y de otros Elissaldes que vengan a continuar el cultivo de la “pelota-literaria” que ellos elevaron a tanta altura; o bien, que los actuales maestros de la prosa euskérica cada día más abundantes pongan sus ojos y su intención sobre nuestro juego ancestral y le concedan, de tanto en tanto, el regalo de unas parrafadas, de unos capítulos o de alguna otra obra de mayor aliento, que, viendo de ellos, siempre habrá de ser interesante, atrayente e instructiva.
Hasta la difusión mundial de la pelota-vasca a finales del siglo XIX, los escritores españoles, muy pocas veces habían elegido a la pelota con miras literarias.

Sólo la empleaban, por lo común, para sus metáforas poéticas, para describir algunos de sus aspectos o para enjuiciar sus valores deportivos y morales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario