SIMÓN BOLIBAR, PELOTARI EN MADRID
MADRID AÑO 1799
En confirmación de
tal aserto pongamos de relieve un hecho acaecido en el año 1799 entre dos
futuros paladines de naciones.
Uno de los personajes
se llamaba Simón Bolívar.Contaba éste a la sazón (17 años). Dedicado a la
milicia con el grado de subteniente, su padre le envió a Madrid a completar su
instrucción y educación, harta deficientes.Durante ese viaje fracasó en sus
gestiones de entablar relaciones con el futuro Emperador de Francia Napoleón
Bonaparte, con todo en su ambición dio su nombre a las sociedades secretas. En
la capital Española brillaba la estrella de otro “Caraqueño” llamado Manuel
Mayo, guardia de “corps” de la
Corte , influyente con la Reina María Luisa, pintada por
el mágico pincel de D. Francisco de Goya. Desbancada la privanza del otro
palaciego, Godoy. A él venía recomendado nuestro Simón Bolívar. La opereta real
protagonizada por aquellos admitía desde este momento a otra figura, Simón
Bolívar que a su vez consiguió eliminar la influencia amorosa del privado
Venezolano. Las idas y venidas de Bolívar en compañía de María Luisa al Palacio
Real se hicieron frecuentes. Un día concertaron un partido de pelota en
Aranjuez, el Príncipe D. Fernando y
Simón Bolívar.Tal suceso no merecería el honor del recuerdo si no fuera por el
final tragicómico. Cuando más ardientemente disputaban a raqueta, el
venezolano, desde la zaga, cometió una pifia fenomenal, dando la pelota en la
cabeza del más tarde rey de España. El gorro del Príncipe voló y de resultas del golpe quedó conmocionado.
Pero fue más el susto que otra cosa.
Años después
comentando el “Libertador de América” descendiente de vascos, aquel episodio
afirmaba socarronamente.
“Quien habría de
decir a Fernando VII de España que había yo de arrancarle más tarde los más
hermosos florones de su corona…”
Así sucedió
efectivamente:
Cuadro del frontón, pintado
por el Chileno Santiago de Arcos,
a principios del siglo XX
AÑO 1800
Rebelais en el siglo
XVI, en su obra “Gargantúa”; pone un “Enigma” en profecía y en verso que, a
estar a lo que el propio autor dice por boca de uno de sus personajes, es una
metáfora pelotistica.
Pero creemos que fue
Bajot el primero y seguramente el último también en componer un poema a la
pelota.
Lo hizo hacía el año
1800, es decir en plena época de decadencia de los “jeux de paume”, largo y
corto, y lo dedica a la “longue paume” en particular.
Tal vez le ilusionó
pensar que esa modalidad al aire libre y con raqueta pudiera atraer a los
amantes de los ejercicios al aire libre y contribuir al resurgimiento del
juego.
Por aquella misma
época comenzaba a adquirir importancia una robusta rama del juego de pelota: la
llamada pelota-vasca. También ella, como la pelota tradicional o europea,
suscitaría manifestaciones literarias, que al principio serán meramente orales,
no escritas. Oscuros y modestos bardos ponen en rima euskerika las hazañas de
sus pelotaris, hijos del pueblo, y éste las canta en sus reuniones.
Paro aún ha de pasar
bastante tiempo antes de que esas producciones de los “versolaris” se trasladen
al papel impreso.
Mientras, se irán
manteniendo, más o menos deformados en la memoria de las gentes. Se supone que
los primeros versos impresos (los llamados “bertso-papera”) comenzaron a
parecer entre los años 1815 y 1835.
Pero versos de esa
época referentes a la pelota en particular no se han encontrado aún: todos
ellos son posteriores a Iztueta en su “Historia de Guipúzcoa” escrita en
euskera en el año 1845, nos da a conocer unos versos alusivos a un partido
celebrado en el año 1720, que él conocía a través de los ancianos de su tiempo
y que estaban inéditos. Tampoco es demasiado antigua la publicación de los
cantos que hablan de Perkain y de Azantza, pero no se puede dudar de que fueran
compuestos mucho antes, en vida de estos pelotaris.
Nos llama la atención
de los investigadores el hecho de que en las “Pastorales”, género teatral muy
antiguo y eminentemente popular no salgan a relucir los pelotaris entre sus
personajes, y deducen de ello que el juego de pelota no era popular antes del
siglo XIX.
Deducción totalmente
errónea, desmentida por multitud de irrebatibles pruebas. Pero con todo resulta
interesante llamar la atención sobre esta ausencia del juego nacional de los
vascos en los argumentos de las Pastorales.
Después de 1850 los
versolaris muestran mayor interés por el juego es decir, por ocuparse de él en
sus versos.
Pero se advierte que
ese interés es mayor entre los bardos franceses (koblariak pertsulariak).
Fueron ellos quienes cantaron las proezas de Perkain y de Azantza, quienes
pusieron coplas a un partido “Internacional” en Urruña y quienes inmortalizaron
el partido de Irún en el año 1846.
Esto nada tiene de
extraño por otra parte, pues Perkain y Azantza eran Vasco-Franceses, y los
citados partidos fueron ganados por los vasco-franceses contra los del
sur…seguro que si sucede a la inversa ellos habrían permanecido mudos y cedido
la musa a sus hermanos de la península…
El Padre A. Zavala,
menciona algunas composiciones que hablan de rivalidades internas que bullían
entre los pelotaris de allende el Bidasoa.
También eso es
natural, pues la pelota ha sido uno de los medios más poderosos para fomentar
los localismos no siempre, por desgracia exentos de pasiones bastardas y de
motivaciones extra deportivas.
“Es muy digno de
tener en cuenta añade el Padre Zavala que esta época de desafíos a la pelota
corresponde exactamente a la época de desafíos entre versolaris.
En efecto, el
espíritu de competición obligaba al Bersolari, a ampliar el campo de su
temática, y ciertamente que la pelota le daba ocasión para ello.
Pero con todo, y aun
teniendo por muy sugestiva la observación de A. Zavala, la verdad es que no se
conservan, como hemos dicho, muestras poético-pelotisticas de la primera parte
de esa época de desafíos, salvo en contadas ocasiones, con partidos inéditos a
mediados del siglo XVIII
En el año 1853 el
sacerdote Martín Ettxegaray marra un partido Lamiarrieta, que el lector vasco
podrá leer como la mayor parte de los retazos literarios que se citan en este
preámbulo.
Ese mismo año, otro
sacerdote-poeta publica su poema “Euskaldunak” que contiene un capitulo
dedicado al juego de pelota.
Comienza con él una
nueva etapa en la literatura vasca de la pelota, marcada por la aparición de
unos escritores dotados de auténtica calidad poética, superior en su forma a la
del simple bardo popular sin más preceptiva literaria que la de su instinto le
dicta.
Poco después de 1860
los versolaris de la generación del gran “Xempelar” nos legan inestimables
muestras de su ingenio poético aplicado a la interpretación, objetiva o
subjetiva, del juego de la pelota.
Udarregui relata en
el año 1862 un partido jugado en San Sebastián en el que intervienen elementos
tan destacados como el Oyarzuarra “Urtxalle” y el Aheztarra de (Laburdi) Mateo,
llamado “Frantsesa”. Luego los Azcarate, los Santa Cruz, los Txirrita y otros
muchos siguen cultivando ese motivo, que posteriormente pasa a formar parte del
temario obligado de los concursos de versolaris hasta nuestros días.
Los modernos
bersolaris tampoco desdeñan tratar del juego vasco por antonomasia. La técnica
de esos vates se ha ido perfeccionando, su estilo se ha hecho más elevado, su
vocabulario más depurado, su forma más acabada.
Podría decirse de
ellos, sin exagerar, que son superiores a muchos de los que antaño fueron tenidos por buenos poetas.
El primer prosista
vasco de la pelota ¡primero en tantas cosas¡ fue Juan I de Iztueta.
El capitulo de su
libro de danzas titulado “Pillotariak” constituye una amplia crónica de la
pelota, que refleja su modo personal de enjuiciar el estado de este deporte en
su tiempo y en su provincia natal, Guipúzcoa.
Es un encendido
elogio, con ribetes de epitafio, de la pelota antigua, el “Largo”; y una
diatriba violenta de los nuevos modos recientemente implantados.
Claro que Iztueta no
pretende, ni ahí ni en el resto de su libro, hacer “literatura pura”; pero todo
el fragmento es un exponente del estilo iztuetano, tan característico y
personal, y no sería justo silenciar su nombre entre los literatos ni dejar de
incluir el texto de su capitulo en esta antología de la pelota.
Después de Iztueta la
prosa euskérica sobre la pelota enmudece. El mismo vuelve a tomar la pluma,
hacia el final de su vida, para cantar las glorias de su amada Guipúzcoa, y
reincide sobre el tema, pero ahora lo hace con menor extensión y con un acento
muy distinto.
Y después de él,
prácticamente nada hay hasta bien entrado el siglo XX.
Anotamos, eso sí,
unas cartas en euskera que refieren hechos de mediados del siglo XVIII, el
famoso partido de Irún entre 1846-1857, la intervención de la txistera, pero se
trata de escritos del primer cuarto del siglo, que relatan sucesos no vistos
por sus autores aunque, eso sí, perfectamente comprobados.
Entre los autores del
otro lado del Bidasoa destaca principalmente el nombre del Dr. J. Ettxeparen.
Su “Pilota Partida” es una pieza antológica que puede ponerse a la par de las
mejores producciones similares en otros idiomas léase Unamuno o Pierre Loti.
Conviene recordar que
el Dr. Ettxeparen poseía, además de su gran talento literario, un profundo
conocimiento del juego de la pelota y de la patología especifica de los
pelotaris, como lo demostró en su tesis doctoral, publicada en el año 1900.
Iturralde segundo
apellido del académico Pierre Lafitte es también un excelente conocedor de la
pelota y de sus problemas.
Véase si no la
magistral pintura que nos hace de María Lazo y de sus pintorescas andanzas por
las plazas de pelota del país.
Si D. Antonio Peña y
Goñi se ganó el titulo de “maestro de la biografía” el abate Jean Elissalde
merece igualmente tal calificativo por sus tan bien logradas semblanzas de los
pelotaris de su tiempo.
Damos en esta
“Antología” dedicada al Oriotarra V.Embil, gran jugador de rebote que gozó de
la más alta estima entre los pelotazales de allende el Bidasoa.
La pelota-vasca
espera la aparición de nuevos Ettxepares y de otros Elissaldes que vengan a
continuar el cultivo de la “pelota-literaria” que ellos elevaron a tanta
altura; o bien, que los actuales maestros de la prosa euskérica cada día más
abundantes pongan sus ojos y su intención sobre nuestro juego ancestral y le
concedan, de tanto en tanto, el regalo de unas parrafadas, de unos capítulos o
de alguna otra obra de mayor aliento, que, viendo de ellos, siempre habrá de
ser interesante, atrayente e instructiva.
Hasta la difusión
mundial de la pelota-vasca a finales del siglo XIX, los escritores españoles,
muy pocas veces habían elegido a la pelota con miras literarias.
Sólo la empleaban,
por lo común, para sus metáforas poéticas, para describir algunos de sus
aspectos o para enjuiciar sus valores deportivos y morales.
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