PELOTARIS HISTÓRICOS EN LA ESPECIALIDAD DE
LA ZESTA-PUNTA,
JOSEP APESTEGUY (TXIKITO DE CAMBÓ Y ELOY
GAZTELUMENDI), GUIPÚZCOANO DE IRÚN
Josep Apesteguy (Txikito de Cambó" y Eloy Gaztelumendi (Eloy)
AÑOS 1881-1947
A Indalecio Sarasketa
(Txikito de Eibar) le sucedió, como pelotari dominador de todas las
especialidades, otro Txikito: el de Cambó, Joseph Apesteguy, que éste era su
nombre, nació, como su alias deportivo lo indica, en la localidad Laburdina de
Cambó, el 20 de mayo de 1881, es decir, 21 años después del “Txikito de Eibar”.
Hay una semblanza muy
interesante del “Txikito de Cambó”, escrita por un notable crítico de Bayona
llamado Roger Laguisque, más conocido en los medios pelotazales con el nombre
de guerra “Bota”.
En esta semblanza,
cuyo texto integro aparece inserto en “El Gran Libro de la Pelota” se transcribe un
comentario de Fréderic St Jayme “autoridad mundial en la materia” en opinión
del cronista, que dice así:
“Al igual que el
Txikito de Eibar, “Txikito de Cambó” Joseph Apesteguy, fue un sor-lekhua, esto
es, el jugador completo por excelencia.
En la modalidad de (txistera
grande la cesta-punta) conquistó su supremacía tras luchas épicas con aquellos
que recibían el nombre de grandes guipuzcoanos, es decir, los Trecet,
Ayestaran, Urrutia, Eloy, y tantos y tantos otros formidables rivales. En la
modalidad a mano, si hubiera querido entrenarse algún tiempo en dicha
especialidad habría podido tener a raya a los Piztia, Sorcabal (Dongaitz) y
hasta el mismo Porteño. En la modalidad de la pequeña txistera (joko-garbi), su
virtuosismo era legendario y sí se hubiera dignado dedicarse al rebote, nadie
le hubiera eclipsado.
La pala y el guante
de cuero no guardaban secretos para Txikito de Cambó, y sin embargo no los
practicó más que siguiendo los caprichos intermitentes de sus sorprendentes
extravagancias”.
Fotografía histórica de principios del siglo
XX, de izda. a decha: Josep Apesteguy (Txikito de Cambó), Eloy Gaztelumendi,
Ferdinad, (encargado del marcador), Melchor Guruceaga (inventor de la "zesta-pnta" actual), Isidoro Etxeberria y Luisito Ugarte
Y esta misma
autoridad mundial en la materia, a fin de exaltar la imagen de Txikito de Cambó,
recurre a establecer un emparejamiento con su homónimo eibarrés. “ Txikito de
Eibar o de Cambó cada siglo parece ser lo máximo que, sin exagerar, cabe
esperar presentar a la admiración incondicional de las generaciones que,
indefectiblemente, rinden y rendirán siempre culto apasionado al juego de la
pelota vasca”. Para el célebre crítico deportivo el francés Gaston Benac, “Txikito
de Cambó” fue una auténtica institución nacional, una figura idolatrada por los
aficionados de su época. El escritor Inglés Guy Sneath, en su libro dedicado al
País vasco, tras dejar establecido que el pelotari de cambo fue el más famoso
pelotari de todos añadía: Esto de jugar partidos empuñando en lugar de una pala
una botella, que produce la admiración de Guy Sneath y de todos los cronistas
extranjeros que se han acercado a nuestro deporte, es cosa que, sin embargo, se
ha atribuido a muchos pelotaris. Entre ellos, al propio Txikito de Eibar. En el
Gran Libro de la Pelota,
puede leerse, a propósito del Txikito de Eibar.
“No faltaron tampoco
los partidos humorísticos, tan admirados por los aficionados. En una ocasión
jugó en Eibar contra unos pelotaris manistas usando él como herramienta una
botella de cerveza”
Personalmente, oí
decir hace años que también el famoso palista Abásolo, había disputado algún
partido utilizando él una botella a guisa de pala.
No cabe duda de que
ha habido pelotaris realmente portentosos a lo largo de la historia. Pero pocos
han suscitado comentarios y enaltecimientos tan exaltados, como los que fueron
dedicados a Txikito de Cambó. “Poseía el don del espectáculo” escribió Louis
Toulet. Es decir, que se capitaliza todo en favor del ídolo. Ya no se trata
solamente de ensalzar el juego o el comportamiento correcto y caballeroso del
pelotari en la kantxa y fuera de ella. Sus saltos, sus gritos, sus rugidos, sus
cóleras, sus imprecaciones.
Todo sirve para
apuntalar la peana del héroe. Por si fuera poco. Toulet, señala que Eduardo VII
de Inglaterra era uno de sus admiradores, y que en la guerra del (1914-1918),
en la que el Txikito de Cambo, recibió la Medalla Militar.
Y aquí viene otro
episodio que termina de conferir al Txikito de Cambó un calimbo legendario. A
él y a la pelota-vasca.
Por cierto que este
pasaje de su vida lo hemos oído todos, de niños todos los de mi generación, se
entiende, creyendo o sin creer en su autenticidad.
Voy a traducir a
Toulet: “Para vengar a su hermano muerto en el frente, había llevado consigo
una txistera y, desde las trincheras, lanzaba granadas sobre las líneas
alemanas situadas a un centenar de metros.
Josep Apesteguy (Txikito de Cambó), Eloy Gaztelumendi, Heguy, Luisito Ugarte, Pepe Velasco (Mozo de la Aduana) y Urrutia
Con la mano las
granadas en cuestión no podrían ser proyectadas más allá de los cuarenta
metros.
Su comandante decía
que “Txikito de Cambó” solo, valía por una batería de cañones de trinchera. El
soldado-pelotari no se ocupaba de lo que decían de él para vengar a su hermano,
lanzaba frenéticamente los ingenios mortíferos con su txistera lanzagranadas…”
Louis Toulet nos
informa también cómo surgió el apodo de Joseph Apesteguy, un tanto extraño para
un jugador ultra-bidasotarra y muy corriente en los de este lado de la muga, donde
entre los pelotaris de ayer y de hoy ha habido infinidad de Txikitos: el de
Eibar, el de azkoitia, el de Abando, el de Gallarta, el de Mallavia, el de
Iraeta, actualmente el de Bolivar…y mil más.
Uno lo suponía, pues,
derivado del renombre de su brillante antecesor, el Txikito de Eibar,
dominador, como se sabe, de todas las suertes, de la pelota-vasca, pero la
explicación de Toulet no va por ahí.
Según este cronista
francés, en la época en que surgió Apesteguy, el campeón de pelota era un
vasco-español llamado Pepe Arrue, a quien describe como un hombre achaparrado
pero de extraordinario vigor, dotado de unos reflejos rapidísimos y de un
sentido innato de la colocación.
A los 30 años, en la
cumbre de su juego, no tenía prácticamente adversarios con los que medirse, y
únicamente el vasco Eloy Gaztelumendi
podía jugar contra él sin hacer el ridículo.
Por esa época había
en cambo un joven apellidado Apesteguy, que sin haber cumplido aún los
diecisiete años, superaba a todos los pelotaris que se le oponían a mano, a
pala y, especialmente, a (joko-garbi-juego-limpio). La primera vez que jugó a
cesta evidenció tal destreza y tal potencia, que sus admiradores pensaron
inmediatamente que estaba ya en condiciones de enfrentarse a Arrue,
inmediatamente fue lanzado el desafío, tal como se estilaba en el tiempo. Y es
fama que cuando Arrue supo la edad de su adversario, sonrió y en tono jocoso
dijo: ¡Es un Txikito¡. Al enterarse Apesteguy de la frase humillante montó en
cólera y le dio por mascullar a cada momento: Txikito… Txikito… Txikito… Hasta
tal punto parece que repitió aquello de “txikito” que, como suele suceder a
menudo, le quedó él mismo como apodo, y como era de Cambo de ahí nació el
Txikito de Cambó”.
Ni que decir tiene
que el desafío lo ganó el pelotari-laburdino. Louis Toulet, en su citado libro.
“La Pelota Vasca”,
nos da una amplia información de aquel partido disputado en cambo, que recuerda
un tanto a la versión de Rodney Gallop, referente a aquel otro jugador en Irún
en 1846, en el que intervino Gaskonía.
En este
enfrentamiento entre Arrue y Txikito de Cambo, celebrado 40 años y pico más
tarde. Arrue parece “el malo” de la película y Apesteguy, naturalmente el
héroe. Por supuesto que esto que digo no implica ninguna acusación de
“Chauvinismo” hacía Toulet. Sucede, sencillamente, que la historia oscura de la
pelota y de otros deportes del País Vasco, se ha alimentado principalmente de
testificaciones orales que se han ido transmitiendo de padres a hijos,
tendiendo siempre a favorecer al bando de casa en detrimento del foráneo.
Vista panorámica del frontón “Jai-Alai” el Palacio de los gritos,
en la Habana-Cuba, se inauguró el año 1901 y cerró sus puertas el año 1959
Y cuando han
intervenido los “bertsolaris” cosa que acontece con gran frecuencia en estos
acontecimientos para dejar constancia rimada del evento el resultado ha solido
ser el mismo pero…amplificado, ya que entonces no se trata únicamente de
exaltar lo propio, sino que a la vez se busca ridiculizar lo ajeno.
Roger Laguisquet
“Bota” comenta también este partido entre Arrue y “Txikito de Cambó”,
precisando que tuvo lugar en la localidad natal de José Apesteguy, el día 23 de
septiembre de 1899 y cuyo resultado fue de 60-33, Toulet señala un marcador de
60-40 favorable a “Txikito de Cambó”, Laguisquet, le llama “célebre” a Arrue y
le atribuye el haber puesto de moda la cesta grande.
Según el prestigioso
cronista de Baiona, la leyenda de “Txikito de Cambó” se originó ese mismo día,
“junto con su reputación de campeón del mundo que nadie le va a discutir”…
Txikito de Cambo,
recibió tentadoras ofertas para desplazarse a la Argentina, pero no se
decidió a aceptarlas. Al parecer, la idea de cruzar el Atlántico no le agradaba
demasiado. En cambio, fue a jugar a Paris siguiendo las indicaciones de su
empresario y manager, M Jauret-Bineau y St, James. Este último frontón debía de
ser por entonces es decir, una etapa amable y frívola que desembocaría en
catástrofe bélica y a la que se dio romántico nombre de “Bell-Epoque” el centro
de reunión de la gente elegante.
Si Toulet afirmaba
que el rey Eduardo VII de Inglaterra fue uno de los admiradores de “Txikito de
Cambó”. Roger Laguisquet señala que era su amigo personal y que “tenía la
intención de llevarle a Londres”.
Pero el pelotari
Laburdino era poco partidario de emprender viajes al extranjero y, por otra
parte, una de sus características era la de su poco o ningún aprecio por el dinero.
Así, en el momento culminante de su carrera, cuando era el Rey entre la pléyade
de grandes pelotaris, como Eloy, Trecet, Urrutia, Landa, Ayestaran, y un largo
etc. rechazó magnificas ofertas, entre ellas una increíblemente ventajosa, del
frontón de la Habana,
lo que provocó la sorpresa y la indignación de su buen rival y mejor compañero,
el Irunés Eloy Gaztelumendi, que le animaba inútilmente a aceptar la oferta
Cubana.
Investigando en las
fuentes informativas de Roger Laguisquet advertimos que entre las grandes
hazañas de Joseph Apesteguy figuran las que realizó un día de septiembre de
1901, en cuya mañana y junto con Lemoine y Arrue, venció en Urregne, en la
modalidad de cesta grande, al trío Urrutia, Melchor y Ayestaran; no contento
con lo cual, aquella misma tarde y formando pareja con el hazpandarra
Corostiague derrotó a los hermanos Josseph y Jean Baptiste Dongaitz, por 60-8.
Otra gran victoria,
ésta en la especialidad de (joko-garbi), fue la que obtuvo a los cincuenta años
de edad y acompañado de otros dos pelotaris ya retirados, Henri Heugas y
Fernand Forgues, sobre el trío a la sazón campeón de Francia, integrado por
Gaby, Loustalot y Urruty. (El maravilloso Jean Urruty).
A propósito de este
encuentro, cuenta Eskutik que una vez concluido, y llegado el momento de
liquidar a los pelotaris participantes, el organizador, muy satisfecho por el
extraordinario éxito económico obtenido quiso dar a “Txikito de Cambó” el doble
de la cantidad convenida, que ascendía a (1.000 francos) de los de 1934.
Y ante la
estupefacción general, el “Txikitode Cambó” tras afear al empresario su
intención de incumplir la palabra dada, rehusó categóricamente cobrar los dos
mil francos que le ofrecían ahora, percibiendo únicamente los mil que habían
convenido…
Detalles de éstos
hicieron que Joseph Apesteguy "Txikito de Cambó" ingresara, ya en vida, en ese predio restringido
y fantástico al que sólo tienen acceso los elegidos:
Pero al mismo tiempo
hicieron posible que la imprevisora cigale de la fábula falleciera unos cuantos
años después en medio de la mayor miseria, (solo sin hogar), en su amada
Donibane-Lohizune.
“Txikito de Cambó”,
además de ser un maestro en las distintas especialidades de la pelota vasca,
fue también un fenómeno de longevidad deportiva.
Cuenta Roger
Laguisquet que su último partido lo jugó en su pueblo natal el 12 de agosto de
1947, nada menos que contra Urruty y en la modalidad de cesta-grande. Joseph
Apesteguy contaba entonces la friolera de (66 años). Laguisquet, que es
escritor dado a la precisión, omite sin embargo el resultado de este postrer
partido disputado por aquel pelotari a quien siempre se le anunció en affiches
y programas como “Le Champion du Monde”…
Al morir Txikito de
Cambó, estaba en posesión de la
Cruz de Guerra, de la Medalla de Oro de Educación Física y de la Legión de Honor.
“En 1967, en Mauleón
concluye Laguisquet su semblanza una pastoral inmortalizó su recuerdo, prueba
palpable de un fervor popular que nunca se ha apagado”…
No puede cerrarse
este capítulo obviando una confrontación entre los dos Txikitos, el de Eibar y
el de Cambó.
El cotejo se hace
inevitable por varias razones, primeramente está el factor de la sucesión
inmediata, del relevo en la posesión del “Cetro” de Campeón; ésta después el
hecho de que ambos pelotaris dominaron modalidades muy diversas, del juego de
la pelota-vasca; está también la triste muerte de ambos, alcanzados de recursos
después de haber ganado el dinero a espuertas.
Y por otra parte, y
como elemento disyuntivo o al menos discrepante (pero merecedor asimismo de
análisis), estaría el de la duración de sus respectivas carreras deportivas:
muy efímera la de Indalecio Sarasketa, y muy longeva la de Joseph Apesteguy…
Es preciso
considerar, no obstante, que tras apagarse su estrella de campeón en la
modalidad de cesta, El Txikito de Eibar pudo defenderse todavía por algún
tiempo, defenderse, para él, era continuar siendo el mejor en la pala. Pero
tampoco esto duraría mucho tiempo.
Finalmente, en 1894,
es decir a sus 34 años, fue nombrado intendente del frontón “Beti-Jai” de
Madrid, entonces recién construido, para pasar poco después a desempeñar el
mismo cargo en el también nuevo frontón “Euskalduna” de Bilbao.
En oposición a la
prematura retirada del "Txikito de Eibar", el de Cambó prolongó hasta extremos
inverosímiles sus actividades deportivas.
Hemos visto que a los
sesenta y seis años, concretamente el 12 de agosto de 1947 y uno no puede por
menos que preguntarse si no habrá algún error en los datos compulsados disputó
su último partido. Y no contra cualquiera, sino contra el formidable Jean Urruty,
que no había cumplido aún los treinta…
Por cierto a
propósito de esta cuestión de la longevidad del pelotari en activo, tengo ante
mí un ejemplar del semanario “La
Kantxa”, de fecha 22 de noviembre de 1896,
Junto con un
interesante artículo relacionado con José Joaquín Altamira. Este pelotari,
apodado cariñosamente “Zarra” (el viejo), fue otro caso asombroso de
supervivencia deportiva. En esta revista “La Kantxa”, que por cierto se editaba en Barcelona,
hay una cronología dedicada a D. Antonio Peña y Goñi, fallecido este mismo año
1896. Y a modo de homenaje póstumo se inserta un artículo del ilustre
periodista y escritor donostiarra, dedicado precisamente a “Zarra”.
En él vemos que su
último partido lo disputó en Donosti cuando contaba con la edad de (64 años),
ganándolo. Pero vemos otra noticia mucho más insólita.
Tanto que, para no
incurrir en posibles vaguedades o tergiversaciones, transcribo a la letra el
párrafo de D. Antonio Peña y Goñi relacionado con la más importante victoria,
quizá, de la larga carrera de José Joaquín Altamira. Dice así: “A los cincuenta
y cuatro años de edad jugó contra el Txikito de Eibar, que tenía entonces
veintidós años. El partido se concertó á remonte saque libre, José Joaquín á
cesta ý el Txikito de Eibar á guante. ¡Y el viejo ganó al invencible¡”
Evidentemente, ganar
un partido al Txikito de Eibar con veintidós años, cualquiera que fueran las
condiciones estipuladas para el encuentro, constituía ya una hazaña, ganarlo
con cincuenta y cuatro años a cuestas resultaba una proeza casi insuperable.
Aunque sólo les
separaron veinte años, el decidir con cierta equidad cuál de los dos Txikitos
fue mejor, se haría una vez más imposible los cotejos entre deportistas de
distintas épocas están siempre sometidos a un cúmulo de pasiones ajenas a todo
intento de análisis imparcial y objetivo. Así, para los vascos Bidasotarras, la
cosa no tendría duda: el de Eibar. Pero para los del otro lado de la muga sería
el de Cambó.
D. Antonio Peña y
Goñi, que siguió muy de cerca y con mucho interés la carrera de Indalecio Sarasketa,
“Txikito de Eibar” demuestra documentalmente la superioridad ejercida por él
sobre todos los pelotaris de su época, tanto a mano, como a Guante, a Pala y a
Cesta. Louis Toulet y Roger Laguisquet, a su vez, resaltan la supremacía de
Joseph Apesteguy, a joko-garbi y a Gran
txistera o zesta-punta, afirmando “Bota” categóricamente que sí el Txikito de
Cambó, hubiese prestado mayor atención al juego de laq pelota a mano hubiera
podido rivalizar con los Dongaitz, Piztia, Porteño, etc.
Respecto a la pala y
el guante de cuero, Laguisquet dice que no guardaban secretos para “ Txikito de
Cambo”, pero que no los practicó más que siguiendo los caprichos intermitentes
de sus sorprendentes extravagancias”
Así, habría que
deducir que el “Txikito de Eibar” demostró ser el número uno, de los pelotaris,
prácticamente en todas las modalidades, mientras que el Txikito de cambo lo fue
en aquellas a las que se dedicó…aunque se le presumiera la misma categoría sí
se hubiese decidido a practicar aquellas otras por las que no manifestó
excesiva inclinación. En este aspecto, pues, el tanto le correspondería a
Indalecio Sarasketa. Pero en cambio, en relación con la duración de sus
respectivas hegemonías, el tanto lo ganaría Joseph Apesteguy…
Evidentemente al otro
lado de la muga ha habido otros magníficos pelotaris.
Sin embargo, y aunque constreñidos por esta precisión restrictiva hemos pensado
dedicar una atención muy especial a dos cumbres de la pelota contemporánea a
dos hombres que inscribieron sus nombres en el libro de oro de la historia del
deporte vasco: Jesús Abrego Narvarte, “Rey del Remonte”, y de Mariano Juaristi
Mendizábal (Atano III), el Campeonisimo por antonomasia en la especialidad de
la pelota a mano. Prestaremos también
cierta atención a sus respectivos predecesores en el trono de campeón, ya que
ambos fueron, asimismo, dos grandes campeones cuyos historiales constituyeron
sendos hitos en los anales de la pelota.
Estos dos colosos
sobresalieron por su descomunal potencia, a base de la cual mantuvieron su
prolongada hegemonía deportiva. El titán del remonte se llamaba Joshé Irigoyen
Igoa, conocido en el mundo como “El León Navarro” y el de la especialidad de
mano Juan Bautista Azcarate Egaña cuyo nombre de guerra fue “Mondragones”.
Este artículo es del escritor Miguel Pelay Orozco