sábado, 8 de noviembre de 2014


HOMENAJE 
AL GRAN SIMÓN DE ARRAIOZ, Y A SU HIJO SIMÓN DE ARRAIOZ, GRAN PELOTARI QUE FALLECIÓ EN LA HABANA-CUBA, EL AÑO 1823

Fotografía de principios del siglo XX, varias trabajadoras y trabajadores, en un taller de Pamplona para la fabricación de pelotas.

 Arrayoz –Navarra 1800-1835
La generación que siguió a Perkain dio también excelentes jugadores que llegaron a su apogeo entre los años 1820 y 1835. Pero tampoco disponemos de datos precisos sobre ellos, y sólo han podido recogerse algunos nombres.En la crónica de Iztueta  encontramos el nombre del hijo de Irazusta, distinguido pelotari cuya vocación fue bien encauzada por su padre. “Tolosha”.
También a él le apodaban así y Antonio Peña y Goñi lo cita en su libro sobre los pelotaris, pero sin añadir ningún dato. También nos habla Iztueta de Bernardo y de Armendáriz y de su “juego tan alegre” y de la expectación extraordinaria que despertaban en los tiempos, no lejanos al parecer, de su apogeo, el solo anuncio de un partido suyo. Fue sin duda uno de los primeros de esa época.
Pero las figuras más notables de esa generación que la historia de la pelota ha podido recoger, son sin duda alguna Bautista de Arrayoz (el hijo de Simón) y José Ramón Indart (Mitxiko). Poco podemos decir aquí que no haya sido ya dicho acerca de estos dos pelotaris semejantes entre sí por la calidad de su juego, pero totalmente diferentes en el carácter y en la conducta.
De ambos se han ocupado extensamente autores tan notables como Peña y Goñi y Blazy, de quienes todos los demás y yo incluido no somos más que fieles seguidores.
José Ramón Indart (Mitxiko). Al parecer nació en 1801. Hijo de D. Isidro Indart, Peña y Goñi habla así de él: No nos dice Peña y Goñi de quien recogió la versión que explica el mote de aquel joven. Sea como sea, nosotros nos permitiremos manifestar serias dudas sobre la autenticidad de esa explicación.
Por un lado aremos notar que, a principios del siglo XIX, en casi todo el País Vasco (Euskal-Erria), sobre todo en su parte más central, el vascuence era la lengua única del pueblo. Resulta un tanto chocante que D. Isidro, hablando a sus paisanos, emplease la expresión castellana “Mitxiko”; y no porque él no conociese esta lengua, ya que poseía probablemente el titulo de escribano pero aun sabiéndola hablar, no es natural que utilizase en su ambiente normal ambiente rural popular un lenguaje distinto al euskera.
¿Qué explicación dar entonces al apodo de su hijo. En nuestra opinión, se trata simplemente de la palabra vasca “mítico”, con el mismo significado.
Una y otra están en uso en diversas partes del País-Vasco. El sonido “th” (en la grafía más moderna, “tt”) es el de t mojada, sonido especial del vascuence que en ciertas comarcas vascas se convierte fácilmente en ch (tx).
Probablemente la forma “Mítxiko” resultaba extraña en la zona donde se crió el hijo de Isidro Indart Oyarzun al parecer, pero tal vez fuese navarro de nacimiento, y de ahí a su conversión en “Mitxiko” sólo hay un paso.
Esta explicación del apodo nos parece más aceptable que la que recogió y apadrino Peña y Goñi por lo cual no titubeamos en proponerla; tal vez así alguien sienta el impulso de investigar por su cuenta en el asunto, y de ello sólo bien resultará para la historia de nuestro juego, aunque nuestra teoría se demostrara errónea.
Aparte del partido de Madrid en 1821 en que tomó parte (Mitxiko), con Bautista de Arrayoz y del que, jugó José Ramón Indart, otro muy sonado, el 22 de septiembre de 1820, defendiendo el bando navarro contra el guipuzcoano.
Registramos la fecha: 22 de septiembre de 1820, porque es, de momento, la más antigua que presenta la cronología de la pelota vasca en el siglo XIX.
La anterior era la del 18 de octubre de 1796 día en que el ilustre Perkaín jugó en
Oyarzun y la más antigua, el 25 de julio de 1755, fecha del partido desafío de Bayona. Nos referimos naturalmente a fechas exactas, con mención de año, mes y día.
Este partido de Irún, precursor del de 1846, debió de alcanzar igualmente mucha celebridad. Era un combate deportivo entre regiones Navarra-Guipúzcoa y por ello atrajo mucho público y produjo enorme expectación, e incluso acicateó la musa de los vates populares, aunque no es seguro que sus composiciones se imprimiesen en los
“bertso-paperak”, modalidad ésta que, como antes se dijo, comenzaba a hacer su aparición por esos años.

Cuadro del frontón, pintado en el año 1912 por Santiago de Arcos


Lo cierto es que Juana Lafargue, una anciana que se hallaba en el hospital de Ustaritz en Laburdi, recordaba aún una canción alusiva al hecho, que Jean Elissalde, vicario de Ustaritz, pudo recoger, con su melodía, en 1925.
Consta de siete estrofas que Juana aprendió de niña y que expresan perfectamente siempre según Blazy, la fisonomía exacta del marco y de la atmósfera en que se jugó tal partido de 1820.
El 22 de septiembre la ciudad estaba empavesada y en fiesta. La población aguardaba, con mezcla de impaciencia e ironía, ese encuentro que debía enfrentar a los representantes de dos provincias.
Los irundarrak, con la música al frente, salieron al encuentro de los navarros, con la intención de burlarse de ellos y de “sacarles” coplas, como se acostumbraba en el País-Vasco.
Los navarros traían consigo a un tal “Patxiko”, carabinero, hombre de magnifica estampa que lanzaba la pelota con fuerza hercúlea e imponía respeto a los de Irún.
Estos a su vez habían conseguido que se les uniera, para ayudarles, un jugador de Andoain, dueño de un brazo tan poderoso que era imposible restar sus tiros.
Por su parte “Mitxiko” quiso ser el sacador, ya que era insuperable en el juego a mano limpia. Cuando percibieron a ese joven de 19 años, los guipuzcoanos, asombrados se pusieron a reír y a tomarlo a chacota, convencidos de su propia victoria.
Pero el joven pelotari pronto los deslumbró con su habilidad y su fuerza; los navarros arrojaban la pelota con mayor energía lanzándola a veces hasta el hospital de Irún y obtuvieron los honores  y la victoria de la jornada.
O sea, diríamos nosotros que se tomaron la revancha de 1720. Cien años justos. ¡Pero claro está, ignoramos cuántos desafíos, cuántos desquites, cuántas revanchas se pudieron producir entre guipuzcoanos y navarros durante esos 100 años.
Por lo que parece, ese partido fue a rebote. Así lo da a entender el hecho de sacar a mano limpia. Si los principios de “mitxiko” fueron provisores, sus actuaciones posteriores no hicieron sino confirmar su clase y su valía.
No puede pasarse en silencio la famosa “marca” o récord de “Mitxiko”, que Antonio Peña y Goñi nos cuenta así:
“José Ramón Indart, el mejor sacador a mano que sacó 21 cuadros en la plaza de Oyarzun, donde existe aún la marca, señalada con un “clavo”.
Aprovechemos para añadir un nuevo nombre a los anteriores aunque sólo fuese de pila: el de “Patxiko”, el carabinero del brazo hercúleo de la promoción de pelotaris de los años 1820.

Bautista de Arrayoz el hijo de Simón
Justo es comenzar este anecdotario sobre la pelota con un personaje tan controvertido como fue Bautista de Arráyoz, refiriendo y glosando le vida del torbellino de genio y de pasiones del pelotari más enorme que existió a principios del Siglo XVIII, contemporáneo quizá del famoso” Perkain le Basque” que los eminentes artistas Jean Poneich y M. Ghensí, lo llevaron, en drama lírico, al Gran Teatro de Burdeos hace cosa de diez años.
El maestro navarro que fue el” Rey de la Pelota”, era hijo del Gran Simón un veterano pelotari. Con su maestría, sus facultades, su temple y su arrogancia, a veces bella y a veces, tumultuosa, llenó toda una época de historia popular. El mozo de Arráyoz, el humilde pueblo Baztanés, que hunde su humildad entre los recodos del monte, el Bidasoa y el camino fronterizo, gozó de la “aureola” de la fama, como ningún otro pelotari. Del pueblo humilde salió el pelotari más grande y más soberbio.
D. Antonio Peña y Goñi autor del inestimable libro “La Pelota y los Pelotaris” editado en Madrid el año (1892), y agotado para comienzos del siglo XX. Escribió, de Bautista de Arráyoz, lo siguiente, bellamente trágico y sombrío.
A finales del siglo XVIII nació Bautista de Arráyoz llamado el hijo de Simón, el más famoso de todos los pelotaris que había de emular las glorias paternas y oscurecerlas por completo, al extremo de alcanzar el titulo de “Rey de todo juego de Pelota”. Adjudicado únicamente por todos los aficionados de aquella época y hasta por sus propios rivales del gran Pelotari.
Brillaba en aquel tiempo entre los más diestros jugadores. D. Isidro Indart, palista invencible que jugó un partido a largo con un garrote para afianzar la carga de los mulos. Contra el mejor palista de la Rioja, y le ganó.


Panorámica de la Plaza del Castillo de Pamplona, con la estatua de la
Mari-Blanca, (Patrona de los desamparados) donde en el siglo XVIII, se celebraban por la mañana partidos de pelota a largo y por la tarde corridas de toros en las fiestas de San Fermín del año 1859


Al ocuparse de su hijo José Ramón, su padre D. Isidro decía siempre “Mitxiko” y con tanta frecuencia repetía esas palabras que llegaron a constituir el apodo de José Ramón a quien todos conocieron ya por “Mitxico”.
La fama del hijo de Simón y de “Mitxiko” hizo que fueran llamados, con seis jugadores más, a Madrid, por orden del Rey Fernando VII.
Jugaron un partido a largo delante del “Deseado” y de su augusta consorte.
En ese partido realizó el hijo de Simón una proeza increíble sigue escribiendo Peña y Goñi que me ha contado el famoso “Urtxalle” y que relato tal y como la oí de labios de Manuel Lecuona “Urtxalle”.
Estando jugando en el resto el de Arráyoz, dijo a sus compañeros. ¡Voy a restar de bolea tres saques seguidos de los contrarios. La primera pelota pasará a falta por la derecha del rey, la segunda por la izquierda de la Reina y la tercera por medio de los dos. Y así lo hizo, restando de los veinte cuadros con un “Guante” corto y a remonte…! El hecho es que terminado el partido preguntó Fernando VII entusiasmado a los jugadores si solicitaban alguna merced. 

Fotografía celebrando un partido de guante en las murallas de Hondarribia-Fuenterrabia en el siglo XVIII

El hijo de Simón, el héroe, contestó que deseaba le nombrase cabo de guardas, asi se llamaba entonces a los carabineros y el nombramiento le fue concedido en el acto.
Dos años más tarde, a principios del año 1823, fue San Sebastián, lugar de una sangrienta tragedia causada por el odioso y orgulloso carácter del hijo de Simón, tragedia que costó la vida a un inocente y obligó a Bautista a huir a la isla de Cuba donde murió asesinado.
Jugose el partido en la muralla o cubo de San Sebastián, en aquel antiguo juego de pelota, en aquel recinto sombrío y pintoresco, al cual servían de frontón y pared los tremendos muros de las fortificaciones que como asientos para el rudo anfiteatro de piedra o cubo final se extendía un paseo cubierto por gigantescos árboles, campo de recreo de belleza imponente donde jugaban las niñas, saltaban los chicos todos gritando, corriendo como pájaros en libertad. Allí se jugó un partido a largo hacia el año 1823, en el cual tomo parte el hijo de Simón como principal contendiente.
Era según parece Bautista, hombre de carácter sombrío e irascible, gran jugador pero mala persona, desprovista de sentido moral sumamente caprichoso, mujeriego y abonado para cometer cualquier desafuero por poco que a ello le impulsaran las pasiones que le dominaban. Cuentan de él, que en varios partidos a los que asistía Simón, su padre y actuaba Bautista, jugaba éste con deplorable descuido que aseguraba la victoria a los contrarios. De vez en cuando acercábase Bautista a su padre y le decía. padre déme usted dos onzas o pierdo el partido.
Negábase en principio el bueno de Simón, y su hijo perdía quinces y más quinces, hasta que recibía las onzas demandadas: comenzaba entonces a jugar y barría a sus adversarios con facilidad asombrosa, ante el pasmo de la afición tal era, la habilidad del célebre pelotari. Presidía la plaza el Sr. Alcalde, estaba el frontón lleno, y conocida como lo era la extraordinaria maestría de Bautista, habíanse cruzado gruesas sumas de dinero a su favor. Bautista si pierdes este quince vas a morir aquí mismo.



 Mural fotografico de herramientas para la práctica de la pelota-vasca en sus distintas especialidades

 El efecto que esta palabra produjo en el hijo de Simón, fue inmenso. Comenzó inmediatamente a jugar como él sabía hacerlo e igualó el partido; visto lo cual el Sr. Alcalde ordenó la suspensión y mando despejar la plaza.
Asustado el hijo de Simón, retirose temprano a una posada situada en el barrio de San Martín, donde se hospedaba en compañía de otro pelotari que también se llamaba Bautista. El hombre de la pistola le siguió la pista y se presentó en la posada a las once de la noche, preguntando por Bautista el pelotari.
Dijéronle la habitación en la que dormía, y quiso la fatalidad que la primera cama estuviese ocupada por el otro Bautista compañero suyo.
Penetró el hombre en la habitación, que se encontraba a oscuras se acerco al lecho, y despertando al primer bulto con que su mano tropezó, pregúntole: ¿Eres Bautista?Bautista soy contesto el bulto. Oyose en seguida un disparo, viose salir precipitadamente de la estancia a un hombre que desapareció corriendo, y cuando la gente de la posada subió a la habitación donde dormían los dos pelotaris, hallaron al hijo de Simón sano y salvo, mientras el otro Bautista yacía en la cama bañado en sangre y con el cráneo deshecho. El hombre de la pistola había querido matar a Bautista de Arrayoz, y confundido con la igualdad de los nombres, acababa de asesinar a un inocente. Los dos hombres huyeron: el de la pistola y el hijo de Simón. ¿Dónde fue a parar el primero, que era persona distinguida y militar de graduación? Nadie lo sabe.Bautista se refugió en Francia y, al cabo de algún tiempo, embarcose para la Habana-Cuba, temeroso de las consecuencias que pudieran acarrearle los sucesos del partido de San Sebastián, en el cual el pelotari y el militar habían mostrado su habilidad maravillosa y su infame despreocupación.Vivió en extramuros de La Habana, observando una conducta abominable, metido en los garitos de la capital, hasta que una noche, al regresar a su casa a caballo, salióle un desconocido al encuentro y lo asesinó, dejándole tendido, y sin vida, en mitad del campo.Así murió el famoso hijo de Simón, “Rey a todo juego de pelota”, cuyo odioso carácter dio motivo a un crimen, y a quien otro asesinato destronó. El misterio que envuelve los últimos meses de su vida, el último partido que jugó en San Sebastián, el trágico episodio del militar de la pistola y la dramática muerte del pelotari, han creado al hijo de Simón un ambiente de leyenda que quizá haga de él, andando el tiempo un personaje de novela negra.

Bautista de Arrayoz  murió el 20 de mayo del año 1823 en La Habana-Cuba.