martes, 15 de diciembre de 2015

PELOTARIS HISTÓRICOS EN LA ESPECIALIDAD DE LA ZESTA-PUNTA,
 JOSEP APESTEGUY (TXIKITO DE CAMBÓ Y ELOY GAZTELUMENDI), GUIPÚZCOANO DE IRÚN

Josep Apesteguy (Txikito de Cambó" y Eloy Gaztelumendi (Eloy)


AÑOS 1881-1947
A Indalecio Sarasketa (Txikito de Eibar) le sucedió, como pelotari dominador de todas las especialidades, otro Txikito: el de Cambó, Joseph Apesteguy, que éste era su nombre, nació, como su alias deportivo lo indica, en la localidad Laburdina de Cambó, el 20 de mayo de 1881, es decir, 21 años después del “Txikito de Eibar”.
Hay una semblanza muy interesante del “Txikito de Cambó”, escrita por un notable crítico de Bayona llamado Roger Laguisque, más conocido en los medios pelotazales con el nombre de guerra “Bota”.
En esta semblanza, cuyo texto integro aparece inserto en “El Gran Libro de la Pelota” se transcribe un comentario de Fréderic St Jayme “autoridad mundial en la materia” en opinión del cronista, que dice así:
“Al igual que el Txikito de Eibar, “Txikito de Cambó” Joseph Apesteguy, fue un sor-lekhua, esto es, el jugador completo por excelencia.
En la modalidad de (txistera grande la cesta-punta) conquistó su supremacía tras luchas épicas con aquellos que recibían el nombre de grandes guipuzcoanos, es decir, los Trecet, Ayestaran, Urrutia, Eloy, y tantos y tantos otros formidables rivales. En la modalidad a mano, si hubiera querido entrenarse algún tiempo en dicha especialidad habría podido tener a raya a los Piztia, Sorcabal (Dongaitz) y hasta el mismo Porteño. En la modalidad de la pequeña txistera (joko-garbi), su virtuosismo era legendario y sí se hubiera dignado dedicarse al rebote, nadie le hubiera eclipsado.
La pala y el guante de cuero no guardaban secretos para Txikito de Cambó, y sin embargo no los practicó más que siguiendo los caprichos intermitentes de sus sorprendentes extravagancias”.

Fotografía histórica de principios del siglo XX, de izda. a decha: Josep Apesteguy (Txikito de Cambó), Eloy Gaztelumendi, Ferdinad, (encargado del marcador), Melchor Guruceaga (inventor de la "zesta-pnta" actual), Isidoro Etxeberria y Luisito Ugarte

Y esta misma autoridad mundial en la materia, a fin de exaltar la imagen de Txikito de Cambó, recurre a establecer un emparejamiento con su homónimo eibarrés. “ Txikito de Eibar o de Cambó cada siglo parece ser lo máximo que, sin exagerar, cabe esperar presentar a la admiración incondicional de las generaciones que, indefectiblemente, rinden y rendirán siempre culto apasionado al juego de la pelota vasca”. Para el célebre crítico deportivo el francés Gaston Benac, “Txikito de Cambó” fue una auténtica institución nacional, una figura idolatrada por los aficionados de su época. El escritor Inglés Guy Sneath, en su libro dedicado al País vasco, tras dejar establecido que el pelotari de cambo fue el más famoso pelotari de todos añadía: Esto de jugar partidos empuñando en lugar de una pala una botella, que produce la admiración de Guy Sneath y de todos los cronistas extranjeros que se han acercado a nuestro deporte, es cosa que, sin embargo, se ha atribuido a muchos pelotaris. Entre ellos, al propio Txikito de Eibar. En el Gran Libro de la Pelota, puede leerse, a propósito del Txikito de Eibar.
“No faltaron tampoco los partidos humorísticos, tan admirados por los aficionados. En una ocasión jugó en Eibar contra unos pelotaris manistas usando él como herramienta una botella de cerveza”
Personalmente, oí decir hace años que también el famoso palista Abásolo, había disputado algún partido utilizando él una botella a guisa de pala.
No cabe duda de que ha habido pelotaris realmente portentosos a lo largo de la historia. Pero pocos han suscitado comentarios y enaltecimientos tan exaltados, como los que fueron dedicados a Txikito de Cambó. “Poseía el don del espectáculo” escribió Louis Toulet. Es decir, que se capitaliza todo en favor del ídolo. Ya no se trata solamente de ensalzar el juego o el comportamiento correcto y caballeroso del pelotari en la kantxa y fuera de ella. Sus saltos, sus gritos, sus rugidos, sus cóleras, sus imprecaciones.
Todo sirve para apuntalar la peana del héroe. Por si fuera poco. Toulet, señala que Eduardo VII de Inglaterra era uno de sus admiradores, y que en la guerra del (1914-1918), en la que el Txikito de Cambo, recibió la Medalla Militar.
Y aquí viene otro episodio que termina de conferir al Txikito de Cambó un calimbo legendario. A él y a la pelota-vasca.
Por cierto que este pasaje de su vida lo hemos oído todos, de niños todos los de mi generación, se entiende, creyendo o sin creer en su autenticidad.
Voy a traducir a Toulet: “Para vengar a su hermano muerto en el frente, había llevado consigo una txistera y, desde las trincheras, lanzaba granadas sobre las líneas alemanas situadas a un centenar de metros.

         
Josep Apesteguy  (Txikito de Cambó), Eloy Gaztelumendi, Heguy, Luisito Ugarte, Pepe Velasco (Mozo de la Aduana) y Urrutia

Con la mano las granadas en cuestión no podrían ser proyectadas más allá de los cuarenta metros.

Su comandante decía que “Txikito de Cambó” solo, valía por una batería de cañones de trinchera. El soldado-pelotari no se ocupaba de lo que decían de él para vengar a su hermano, lanzaba frenéticamente los ingenios mortíferos con su txistera lanzagranadas…”
Louis Toulet nos informa también cómo surgió el apodo de Joseph Apesteguy, un tanto extraño para un jugador ultra-bidasotarra y muy corriente en los de este lado de la muga, donde entre los pelotaris de ayer y de hoy ha habido infinidad de Txikitos: el de Eibar, el de azkoitia, el de Abando, el de Gallarta, el de Mallavia, el de Iraeta, actualmente el de Bolivar…y mil más.
Uno lo suponía, pues, derivado del renombre de su brillante antecesor, el Txikito de Eibar, dominador, como se sabe, de todas las suertes, de la pelota-vasca, pero la explicación de Toulet no va por ahí.
Según este cronista francés, en la época en que surgió Apesteguy, el campeón de pelota era un vasco-español llamado Pepe Arrue, a quien describe como un hombre achaparrado pero de extraordinario vigor, dotado de unos reflejos rapidísimos y de un sentido innato de la colocación.
A los 30 años, en la cumbre de su juego, no tenía prácticamente adversarios con los que medirse, y únicamente el vasco  Eloy Gaztelumendi podía jugar contra él sin hacer el ridículo.
Por esa época había en cambo un joven apellidado Apesteguy, que sin haber cumplido aún los diecisiete años, superaba a todos los pelotaris que se le oponían a mano, a pala y, especialmente, a (joko-garbi-juego-limpio). La primera vez que jugó a cesta evidenció tal destreza y tal potencia, que sus admiradores pensaron inmediatamente que estaba ya en condiciones de enfrentarse a Arrue, inmediatamente fue lanzado el desafío, tal como se estilaba en el tiempo. Y es fama que cuando Arrue supo la edad de su adversario, sonrió y en tono jocoso dijo: ¡Es un Txikito¡. Al enterarse Apesteguy de la frase humillante montó en cólera y le dio por mascullar a cada momento: Txikito… Txikito… Txikito… Hasta tal punto parece que repitió aquello de “txikito” que, como suele suceder a menudo, le quedó él mismo como apodo, y como era de Cambo de ahí nació el Txikito de Cambó”.
Ni que decir tiene que el desafío lo ganó el pelotari-laburdino. Louis Toulet, en su citado libro. “La Pelota Vasca”, nos da una amplia información de aquel partido disputado en cambo, que recuerda un tanto a la versión de Rodney Gallop, referente a aquel otro jugador en Irún en 1846, en el que intervino Gaskonía.
En este enfrentamiento entre Arrue y Txikito de Cambo, celebrado 40 años y pico más tarde. Arrue parece “el malo” de la película y Apesteguy, naturalmente el héroe. Por supuesto que esto que digo no implica ninguna acusación de “Chauvinismo” hacía Toulet. Sucede, sencillamente, que la historia oscura de la pelota y de otros deportes del País Vasco, se ha alimentado principalmente de testificaciones orales que se han ido transmitiendo de padres a hijos, tendiendo siempre a favorecer al bando de casa en detrimento del foráneo.


Vista panorámica del frontón “Jai-Alai” el Palacio de los gritos, en la Habana-Cuba, se inauguró el año 1901 y cerró sus puertas el año 1959


Y cuando han intervenido los “bertsolaris” cosa que acontece con gran frecuencia en estos acontecimientos para dejar constancia rimada del evento el resultado ha solido ser el mismo pero…amplificado, ya que entonces no se trata únicamente de exaltar lo propio, sino que a la vez se busca ridiculizar lo ajeno.
Roger Laguisquet “Bota” comenta también este partido entre Arrue y “Txikito de Cambó”, precisando que tuvo lugar en la localidad natal de José Apesteguy, el día 23 de septiembre de 1899 y cuyo resultado fue de 60-33, Toulet señala un marcador de 60-40 favorable a “Txikito de Cambó”, Laguisquet, le llama “célebre” a Arrue y le atribuye el haber puesto de moda la cesta grande.
Según el prestigioso cronista de Baiona, la leyenda de “Txikito de Cambó” se originó ese mismo día, “junto con su reputación de campeón del mundo que nadie le va a discutir”…
Txikito de Cambo, recibió tentadoras ofertas para desplazarse a la Argentina, pero no se decidió a aceptarlas. Al parecer, la idea de cruzar el Atlántico no le agradaba demasiado. En cambio, fue a jugar a Paris siguiendo las indicaciones de su empresario y manager, M Jauret-Bineau y St, James. Este último frontón debía de ser por entonces es decir, una etapa amable y frívola que desembocaría en catástrofe bélica y a la que se dio romántico nombre de “Bell-Epoque” el centro de reunión de la gente elegante.
Si Toulet afirmaba que el rey Eduardo VII de Inglaterra fue uno de los admiradores de “Txikito de Cambó”. Roger Laguisquet señala que era su amigo personal y que “tenía la intención de llevarle a Londres”.
Pero el pelotari Laburdino era poco partidario de emprender viajes al extranjero y, por otra parte, una de sus características era la de su poco o ningún aprecio por el dinero. Así, en el momento culminante de su carrera, cuando era el Rey entre la pléyade de grandes pelotaris, como Eloy, Trecet, Urrutia, Landa, Ayestaran, y un largo etc. rechazó magnificas ofertas, entre ellas una increíblemente ventajosa, del frontón de la Habana, lo que provocó la sorpresa y la indignación de su buen rival y mejor compañero, el Irunés Eloy Gaztelumendi, que le animaba inútilmente a aceptar la oferta Cubana.
Investigando en las fuentes informativas de Roger Laguisquet advertimos que entre las grandes hazañas de Joseph Apesteguy figuran las que realizó un día de septiembre de 1901, en cuya mañana y junto con Lemoine y Arrue, venció en Urregne, en la modalidad de cesta grande, al trío Urrutia, Melchor y Ayestaran; no contento con lo cual, aquella misma tarde y formando pareja con el hazpandarra Corostiague derrotó a los hermanos Josseph y Jean Baptiste Dongaitz, por 60-8.
Otra gran victoria, ésta en la especialidad de (joko-garbi), fue la que obtuvo a los cincuenta años de edad y acompañado de otros dos pelotaris ya retirados, Henri Heugas y Fernand Forgues, sobre el trío a la sazón campeón de Francia, integrado por Gaby, Loustalot y Urruty. (El maravilloso Jean Urruty).
A propósito de este encuentro, cuenta Eskutik que una vez concluido, y llegado el momento de liquidar a los pelotaris participantes, el organizador, muy satisfecho por el extraordinario éxito económico obtenido quiso dar a “Txikito de Cambó” el doble de la cantidad convenida, que ascendía a (1.000 francos) de los de 1934.
Y ante la estupefacción general, el “Txikitode Cambó” tras afear al empresario su intención de incumplir la palabra dada, rehusó categóricamente cobrar los dos mil francos que le ofrecían ahora, percibiendo únicamente los mil que habían convenido…
Detalles de éstos hicieron que Joseph Apesteguy "Txikito de Cambó" ingresara, ya en vida, en ese predio restringido y fantástico al que sólo tienen acceso los elegidos:
Pero al mismo tiempo hicieron posible que la imprevisora cigale de la fábula falleciera unos cuantos años después en medio de la mayor miseria, (solo sin hogar), en su amada Donibane-Lohizune.
“Txikito de Cambó”, además de ser un maestro en las distintas especialidades de la pelota vasca, fue también un fenómeno de longevidad deportiva.
Cuenta Roger Laguisquet que su último partido lo jugó en su pueblo natal el 12 de agosto de 1947, nada menos que contra Urruty y en la modalidad de cesta-grande. Joseph Apesteguy contaba entonces la friolera de (66 años). Laguisquet, que es escritor dado a la precisión, omite sin embargo el resultado de este postrer partido disputado por aquel pelotari a quien siempre se le anunció en affiches y programas como “Le Champion du Monde”…
Al morir Txikito de Cambó, estaba en posesión de la Cruz de Guerra, de la Medalla de Oro de Educación Física y de la Legión de Honor.
“En 1967, en Mauleón concluye Laguisquet su semblanza una pastoral inmortalizó su recuerdo, prueba palpable de un fervor popular que nunca se ha apagado”…
No puede cerrarse este capítulo obviando una confrontación entre los dos Txikitos, el de Eibar y el de Cambó.
El cotejo se hace inevitable por varias razones, primeramente está el factor de la sucesión inmediata, del relevo en la posesión del “Cetro” de Campeón; ésta después el hecho de que ambos pelotaris dominaron modalidades muy diversas, del juego de la pelota-vasca; está también la triste muerte de ambos, alcanzados de recursos después de haber ganado el dinero a espuertas.
Y por otra parte, y como elemento disyuntivo o al menos discrepante (pero merecedor asimismo de análisis), estaría el de la duración de sus respectivas carreras deportivas: muy efímera la de Indalecio Sarasketa, y muy longeva la de Joseph Apesteguy…
Es preciso considerar, no obstante, que tras apagarse su estrella de campeón en la modalidad de cesta, El Txikito de Eibar pudo defenderse todavía por algún tiempo, defenderse, para él, era continuar siendo el mejor en la pala. Pero tampoco esto duraría mucho tiempo.
Finalmente, en 1894, es decir a sus 34 años, fue nombrado intendente del frontón “Beti-Jai” de Madrid, entonces recién construido, para pasar poco después a desempeñar el mismo cargo en el también nuevo frontón “Euskalduna” de Bilbao.
En oposición a la prematura retirada del "Txikito de Eibar", el de Cambó prolongó hasta extremos inverosímiles sus actividades deportivas.
Hemos visto que a los sesenta y seis años, concretamente el 12 de agosto de 1947 y uno no puede por menos que preguntarse si no habrá algún error en los datos compulsados disputó su último partido. Y no contra cualquiera, sino contra el formidable Jean Urruty, que no había cumplido aún los treinta…
Por cierto a propósito de esta cuestión de la longevidad del pelotari en activo, tengo ante mí un ejemplar del semanario “La Kantxa”, de fecha 22 de noviembre de 1896,
Junto con un interesante artículo relacionado con José Joaquín Altamira. Este pelotari, apodado cariñosamente “Zarra” (el viejo), fue otro caso asombroso de supervivencia deportiva. En esta revista “La Kantxa”, que por cierto se editaba en Barcelona, hay una cronología dedicada a D. Antonio Peña y Goñi, fallecido este mismo año 1896. Y a modo de homenaje póstumo se inserta un artículo del ilustre periodista y escritor donostiarra, dedicado precisamente a “Zarra”.
En él vemos que su último partido lo disputó en Donosti cuando contaba con la edad de (64 años), ganándolo. Pero vemos otra noticia mucho más insólita.
Tanto que, para no incurrir en posibles vaguedades o tergiversaciones, transcribo a la letra el párrafo de D. Antonio Peña y Goñi relacionado con la más importante victoria, quizá, de la larga carrera de José Joaquín Altamira. Dice así: “A los cincuenta y cuatro años de edad jugó contra el Txikito de Eibar, que tenía entonces veintidós años. El partido se concertó á remonte saque libre, José Joaquín á cesta ý el Txikito de Eibar á guante. ¡Y el viejo ganó al invencible¡”
Evidentemente, ganar un partido al Txikito de Eibar con veintidós años, cualquiera que fueran las condiciones estipuladas para el encuentro, constituía ya una hazaña, ganarlo con cincuenta y cuatro años a cuestas resultaba una proeza casi insuperable.
Aunque sólo les separaron veinte años, el decidir con cierta equidad cuál de los dos Txikitos fue mejor, se haría una vez más imposible los cotejos entre deportistas de distintas épocas están siempre sometidos a un cúmulo de pasiones ajenas a todo intento de análisis imparcial y objetivo. Así, para los vascos Bidasotarras, la cosa no tendría duda: el de Eibar. Pero para los del otro lado de la muga sería el de Cambó.
D. Antonio Peña y Goñi, que siguió muy de cerca y con mucho interés la carrera de Indalecio Sarasketa, “Txikito de Eibar” demuestra documentalmente la superioridad ejercida por él sobre todos los pelotaris de su época, tanto a mano, como a Guante, a Pala y a Cesta. Louis Toulet y Roger Laguisquet, a su vez, resaltan la supremacía de Joseph Apesteguy, a  joko-garbi y a Gran txistera o zesta-punta, afirmando “Bota” categóricamente que sí el Txikito de Cambó, hubiese prestado mayor atención al juego de laq pelota a mano hubiera podido rivalizar con los Dongaitz, Piztia, Porteño, etc.
Respecto a la pala y el guante de cuero, Laguisquet dice que no guardaban secretos para “ Txikito de Cambo”, pero que no los practicó más que siguiendo los caprichos intermitentes de sus sorprendentes extravagancias”
Así, habría que deducir que el “Txikito de Eibar” demostró ser el número uno, de los pelotaris, prácticamente en todas las modalidades, mientras que el Txikito de cambo lo fue en aquellas a las que se dedicó…aunque se le presumiera la misma categoría sí se hubiese decidido a practicar aquellas otras por las que no manifestó excesiva inclinación. En este aspecto, pues, el tanto le correspondería a Indalecio Sarasketa. Pero en cambio, en relación con la duración de sus respectivas hegemonías, el tanto lo ganaría Joseph Apesteguy…
Evidentemente al otro lado de la muga ha habido otros magníficos pelotaris.
Sin embargo, y aunque constreñidos por esta precisión restrictiva hemos pensado dedicar una atención muy especial a dos cumbres de la pelota contemporánea a dos hombres que inscribieron sus nombres en el libro de oro de la historia del deporte vasco: Jesús Abrego Narvarte, “Rey del Remonte”, y de Mariano Juaristi Mendizábal (Atano III), el Campeonisimo por antonomasia en la especialidad de la pelota a  mano. Prestaremos también cierta atención a sus respectivos predecesores en el trono de campeón, ya que ambos fueron, asimismo, dos grandes campeones cuyos historiales constituyeron sendos hitos en los anales de la pelota.
Estos dos colosos sobresalieron por su descomunal potencia, a base de la cual mantuvieron su prolongada hegemonía deportiva. El titán del remonte se llamaba Joshé Irigoyen Igoa, conocido en el mundo como “El León Navarro” y el de la especialidad de mano Juan Bautista Azcarate Egaña cuyo nombre de guerra fue “Mondragones”.


Este artículo es del escritor Miguel Pelay Orozco

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