sábado, 21 de junio de 2014

HOMENAJE A LA PELOTA-VASCA
ANTONIO PEÑA Y GOÑI AUTOR DEL LIBRO LA PELOTA Y LOS PELOTARIS AÑO 1892
 

D. Antonio Peña y Goñi

SAN SEBASTIÁN AÑO 1892
Ha llegado el momento de ocuparnos de un hombre muy importante en el campo de la bibliografía  pelotistica Don Antonio Peña y Goñi.
Peña y Goñi, literato de nota, intelectual brillante, académico de número de la real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Comendador de la orden de Isabel la Católica, caballero de la de Carlos III, Cruz del Mérito Naval, y adjudicatario de otros muchos nombramientos y honores relevantes, conquistó notoriedad ejerciendo el periodismo y especializándose en tres materias tan distintas como la música., la tauromaquia y la pelota- vasca.
Escritor partidario de la precisión, puede decirse que don Antonio recogió en sus libros y artículos lo más sobresaliente del movimiento registrado a lo largo del siglo XIX, en los tres campos citados.
Por ser ajenos al tema que aquí estudiamos, pasaremos por alto los de la música y la tauromaquia, en los que nuestro crítico alcanzó gran popularidad.
Nos concentraremos en el que nos ocupa, que es nuestro deporte de la pelota.
Entre estos libros antiguos y agotados  acerca del deporte vasco por antonomasia se encuentra (La Pelota y los Pelotaris) de D. Antonio Peña y Goñi.
En éste libro que haya de consultar forzosamente todo aquel que se proponga efectuar un estudio sobre nuestro juego de la pelota.
El libro fue publicado  el año 1892 en la imprenta de D. José M. Ducazcal de Madrid
Y dos años más tarde se volvió a reeditar en San Sebastián.
Pero yo creo que, aunque no sea más que entre los muchos pelotazales,que hay actualmente en el país, otra reedición de la obra de Peña y Goñi tendría una espléndida acogida.
A Peña y Goñi, la idea de que la pelota pudiera nacer en la Grecia pagana, posibilidad que admite, no parece inquietarle gran cosa.
En realidad no le preocupa nada el origen del juego popularizado en el mundo por los vascos. “Las disquisiciones históricas expresa en un tono un tanto irónico me llevarían probablemente a averiguar que los primeros jugadores de pelota fueron Adán y Eva, y la primera kantxa abierta el Paraíso”
Y continua agregando que “desde Adán y Eva hasta Perkain, Asantza y el hijo de Simon de Arrayoz, hay una barbaridad de siglos, los mismo que voy a saltar, con permiso de los lectores, para fijarme en los comienzos del siglo XX, que señala la importancia del juego de la pelota en la Región Vasco-Navarra”.
Para cuantos sienten interés por la historia de la pelota vasca es una suerte que Peña y Goñi se desentendiera de las múltiples versiones prehistóricas o, pseudo históricas que han circulado y siguen circulando en torno a la autoría del juego de la pelota.
De haberse perdido en ese mundo farragoso de los esferisterios, el harpastum, el aporraxis o el urania, es probable que no hubiera podido centrarse en el estudio del pasado siglo XIX, como lo hizo para darnos una relación muy completa de una etapa, de un periodo histórico de excepcional interés, ya que en su curso se produjeron las sucesivas evoluciones que llevarían al juego a su fase actual.
La página en la que Peña y Goñi se burla un poco del fervor historicista, se cierra con el siguiente párrafo, que transcribo para el lector y en el que se aprecia el entusiasmo que sentía el ilustre periodista donostiarra por su país:
Raza admirable, hombre de fisonomía inteligente y fiera, de miembros vigorosos y musculatura de acero, dotados de una ligereza que ha dado margen al proverbio francés: “Il saut comme un basque” amantes de su país hasta el exceso, altivos e independientes, sobrios, honrados y trabajadores, los vascos se han distinguido siempre en el juego de la pelota y ha hecho de las varoniles luchas de los frontones y las plazas, un espectáculo que puede calificarse de indígena, y en el que nunca han conocido rival”.
A propósito de la antigüedad del juego de la pelota en Euzkadi, Juan San Martín acucioso investigador de datos lejanos y ocultos nos, facilita una información que, aunque fue publicada por él mismo hace algunos años en una recesión que dedicó al libro de Enrique Abril titulado ( Dos siglos de pelota Vasca), estimo que por su importancia no debo obviarla.
Se trata de un documento relacionado con el pago por los Reyes de Navarra, de la reparación de un frontón en Pamplona en el año 1331, documento que fue hallado en el Archivo de Navarra por Fray Fernando de Mendoza y publicado por primera vez en 1916, en “Euskalerriaren alde”. En el puede leerse: “A Pedro de Olaiz, Carpentero del Rey qui fezo de nuevo so precio taxado en la claustra de los frayres predicadores de Pamplona un tablado para jugar a la palma do mandamiento del senior Rey por letra dada XXII días de febrero ano XXXI.XVIII  I”.
Llama la atención que esta enumeración pueda corresponder con el año 1331; hoy en día, al menos, seria hecha de otra manera.
Por si se trata de algún error en la transcripción hemos consultado en la Biblioteca de la Diputación de Guipuzcoa el tomo de “Euskalerrian alde” mencionado por San Martín. Efectivamente, allí figura la misma numeración romana que produjera mi sorpresa, así como la referencia textual y paladina de Fray Fernando de Mendoza al año 1331 y al siglo XIV. Dejo, pues, la cuestión, al arbitrio de los expertos y sigo mi camino. Que me conduce nuevamente a D. Antonio Peña y Goñi.
La importancia de Peña y Goñi en la historiografía de la pelta vasca especialmente en todo lo que se refiere al siglo XIX, es enorme.
Sin temor a incurrir en exageración puede afirmarse que no es posible comprender, y mucho menos interpretar, los muchos acontecimientos y evoluciones técnicas que se produjeron en el curso del siglo XIX, que fueron trascendentales en el desarrollo de nuestro deporte y de sus diversas modalidades, tal como hoy son practicadas, sin pasar por Peña y Goñi.
Es como una asignatura obligada para el investigador. Uno de los detalles pintorescos que él nos dio a conocer es que el nombre con el que hoy se conoce en todo el mundo el deporte vasco, fue ideado por Serafin Baroja, padre del novelista autor del libro de la primera ópera vasca “Pudente”, cuya música era del maestro
J. A. Santesteban así como la letra de la Marcha de San Sebastián, del maestro Raimundo Sarriegui. Fue asimismo fundador de uno de los primeros periódicos en lengua vasca, el titulado “Bai, jauna, bai”a finales del siglo XIX y que junto con el gran Bilintx, agruparía a hombres importantes en el campo de la literatura vasca, como Manterola, Soroa, López Alén, Arzac, los Artola y un largo etc.
Pero, veamos como surgió  ese nombre de “Jai-Alai” con el que hoy se designa en los cinco continentes a nuestro deporte.

IANAUGURACIÓN DEL JAI-ALAI DESCUBIERTO DE ATEGORRIETA

San Sebastián año 1887, inauguración del frontón de verano “Jai-Alai” donostiarra, del barrio de Ategorriera

Corría el año 1887. Iba a inaugurarse un frontón que acababa de construirse en el paseo de Ategorrieta. Se trataba de una instalación preciosa, descubierta, con palcos elegantes y un aforo considerable para la época.
Su empresario era D. Lucio González Iribarne. El nuevo juego de la pelota iba a necesitar un nombre. D. Lucio quería que ese nombre fuera un nombre vasco. Serafín Baroja estaba entonces en candelero; una letra suya acababa de quedar integrada a la Marcha de San Sebastián, de Raimundo Sarriegui.
El empresario se acerca un día al poeta y le pide un nombre vasco para el nuevo frontón de Ategorrieta. Y el poeta le da ese de Jai-Alai (Fiesta Alegre en castellano).En puridad, puede que la denominación no sea correctamente adecuada para designar el juego vasco, ya que la pelota tiene siempre un signo dicotómico y hasta diría que dramático por cuanto supone de enfrentamiento y de lucha, de vencedores y de vencidos. Por añadidura y como decía D. Miguel de Unamuno, “el dinero anda de por medio sazonando la pasión”. Así pues, de un lado está, efectivamente. La alegría; pero del otro y como contrapunto inevitable, la tristeza. Y en el fondo late siempre el enardecimiento, la vehemencia…Mas en cualquier caso, adecuado o no, el hecho es que el tal nombre posee dos ingredientes muy importantes: uno visual Jorge Oteiza concede siempre mucha importancia a este factor de la visualidad en la elaboración y en el aspecto de la palabra escrita.
Y evidentemente, la expresión “Jai-Alai”, resulta grata para el lector. El otro ingrediente es el de la eufonía y también resulta evidente que la palabra “Jai-Alai” al ser pronunciada de viva voz adquiere una especie de musicalidad rimada, ciertamente atrayente. Puede que aquí residiera el secreto de que la palabra ideada por Serafín Baroja hiciera fortuna. Porque el hecho es que al “Jai-Alai donostiarra le fueron sucediendo muchos otros “Jai-Alais” el Madrileño, el de Zaragoza, el de la Haban-Cuba, el de México, el de Miami, el de Shangai-China, el  de Manila-Filipinas y el de otras mil ciudades por el mundo entero. Como dato curioso señalaré que el nombre concebido por D. Serafín Baroja en el callejero de Caracas-Venezuela, donde es sabido, no hay nombres de calles sino de esquinas de cuadras o de manzanas. Pues bien, una de estas esquinas llevó el nombre de Jai-Alai, incluso muchos años después de desaparecido el frontón epónimo, construido medio siglo atrás al este de la ciudad. Y hubiera seguido llevándolo si no fuera porque el crecimiento arrollador de Caracas, con sus inevitables obras de vialidad autopistas, avenidas, tréboles, pasos elevados, subterráneos, etc, cambió por completo la fisonomía de la zona, desapareciendo las manzanas de casas  que allí
Existían. Y con ellas, las esquinas. Y con las esquinas sus nombres…

EL JUEGO MODERNO POR PEÑA Y GOÑI

Un guante y un remonte, de principios del siglo XX

Explica Antonio Peña y Goñi cómo al guante corto y largo, a la pala y a la mano limpia, que era como se jugaba a largo, a rebote, a trinkete y a blé, tanto en Guipuzcoa como en Vizcaya y Navarra, vino a sustituir la cesta, llamada también txistera, nacida allende, el Bidasoa e importada a Guipúzcoa hacia el año 1858 para la práctica del rebote, y que terminaría utilizándose en otras modalidades de la pelota.
Señala el escritor donostiarra que aunque los pelotaris de su tiempo. apreciaban mucho el piso de las kantxas sudamericanas, el preferido para ellos, y de manera unánime, era el frontón Jai-Alai de San Sebastián, hecho, según sus noticias con una piedra especial de sillería extraída de las canteras de Usúrbil-Guipúzcoa.
Como hombre de letras partidario de las puntualizaciones, Peña y Goñi advierte que él escribe (bolea) y no volea, porque el Diccionario de la Real Academia de la lengua no contempla esta voz.
Consigna, si, el verbo “volear”, pero asignándole una acepción que no termina de satisfacerle.
Y curándose en salud también entonces debían de darse entre nosotros los enfrentamientos etimológicos pide perdón a los filólogos para afirmar que “bolea” procede del euskera “bolia”.
Y aunque, como diría un “manito”, parece cosa “averiguada” que los filólogos actuales no compartirán esta deducción etimológica, no vamos a detenernos aquí, dado que nuestro propósito tiene poco que ver con el predio lingüístico, al menos en un sentido riguroso.
Conocida es la descripción que hace D. Antonio de las funciones del delantero y del zaguero dentro del juego de la pelota, según las cuales, el primero vendría a ser como el matador en una corrida de toros recordemos que Peña y Goñi no sólo fue un erudito en materia de pelota, sino también de teatro y de toros (de ahí su cotejo) y el zaguero sería el picador. “Para éste se lee costillas rotas, los naranjazos y las imprecaciones del público”  Y más adelante agregará: Y todo ¿para qué? Para que el delantero se coma generalmente la breva y se lleve las ovaciones en el remate de los tantos”.
Uno acepta que esto pudiera suceder en tiempos de D. Antonio, pero quien ha visto jugar al Guillermo de los buenos tiempos, en la zaga; o a Amorebieta IV; o a Gallastegui o al propio Jesús Abrego cuando actuaba de zaguero, no piensa ni por asomo en la metáfora del picador vapuleado.
Estos y otros muchos pelotaris posteriores a Peña y Goñi llegaron a convertir los cuadros graves en alegres, doblegando a sus adversarios y rematando con brillantez los tantos.
Antonio Peña y Goñi, como vasco, manifiesta cierta inclinación hacía la polémica.
Así arremete, cierto que con toda caballerosidad, con el “fair play” que se empleó siempre en el país hasta que las pasiones políticas incorporaran al género contencioso el uso de la injuria y de la falacia contra un médico defensor de las excelencias de los juegos antiguos, especialmente el de largo, por lo cual ponía en solfa al blé. Que es otra manera nuestra de plantear los cotejos ya Unamuno dijo aquello de “poca grandeza de ánimo arguye negar a los demás para afirmarse a sí mismo”, pero olvidando que él mismo practicaba a menudo aquello que imputaba a los demás.
Y Peña y Goñi, que como acabamos de ver, ha establecido un parangón tauromáquico con la imagen del matador y la del picador, incide en la misma contradicción al satirizar el hecho de que el doctor en cuestión compare el blé con la zarzuela; el rebote y el trinkete con la opereta; y el largo con la gran ópera.
Lo que sí admite el periodista donostiarra es que el juego antiguo, esto es, en el largo e incluso en el rebote, existía una mayor nobleza.
Generalmente, estos juegos se practicaban por equipos comarcales o regionales, que defendían en la plaza el honor deportivo de sus zonas respectivas. “Y había, por lo tanto, en el pelotarísmo antiguo señala D. Antonio, con su tanto de nostalgia la grandeza de la lucha que persigue un fin levantando, el amor propio erigido en principio fundamental, la lucha en casa, entre montes, en un circulo limitado, el brazo del jugador convertido en símbolo de la región o del pueblo, las regatas de Ondárroa contra San Sebastián; un carácter, en suma, solemne, abrupto, primitivo”…
Esta nobleza y esta presencia del señorío rural en los juegos largos que añora Peña y Goñi coincidirían en cierto modo, con las que Caro Baroja les asignaba cuando los definía como pugnas rurales.
Nuestro historiador añadirá más adelante: “Manuel Lecuona, Urtxalle, ganado dos mil duros en Pamplona a Ocón en dos partidos de pelota verificados en días sucesivos, perdiendo esa cantidad al monte, en pocas horas, e improvisando en la guitarra ingeniosa versos en vascuence alusivos a aquella debácle, es el tipo alegre, desinteresado, desprendido, noble, franco y simpático, el tipo acabado del jugador de ayer”
La prodigalidad en la asignación de adjetivos encomiásticos, revela el entusiasmo de D. Antonio por un tipo humano al que ve en trance de desaparición.
Una especie de bohemio, de arlote, que pasa por la vida sonriendo, cantando y dilapidando.
Un Iparaguirre pelotari. Y ya se comprende que su entusiasmo es el entusiasmo del literato y no el del crítico, que ha de tener siempre presente en sus juicios eso que pudiéramos llamar la deontología del pelotari, tanto en la kantxa como en la calle
Pero, a pesar de esta exaltación nostálgica hacía los juegos en trance de desaparición, Peña y Goñi exculpa a los pelotaris que se han pasado al blé y abrazado el profesionalismo. “¿Es suya la culpa? Se pregunta, para auto responderse al punto.
No.  El terrible problema de la lucha por la vida es lo que nos preocupa a todos.
La solución de ese problema se presenta actualmente al pelotari en términos brillantes y fáciles; la aprovecha y hace muy bien”. trance de mediocridad y de falta de brillantez; y que de la misma manera, el Txikito que apareció en las kantxas en 1876, cuando el célebre Urchalle entraba en la triste rampa de la decadencia y en un momento en que el juego  a mano reinaba Laba, el famoso cura de Markina, sería quien diera nuevo esplendor al deporte de los vascos.
Por entonces destacaban también Biximodu y el Txikito de Azpeitia, el primero en la especialidad de pala y el segundo en la de guante. Pero quien realmente se distinguía entre los pelotaris del tiempo era Arando, tanto a mano como con el guante y la pala, en el blé. Junto a estas figuras había otros pelotaris notables, entre ellos, los hermanos pello, Merlaet, Kirru y Mariñela, Itxaso y Uberuaga, el Estudiante Basterra, Facundo y los hermanos Motrico.
Antonio Peña y Goñi, con aceptación realista y progresista a la vez, señala que el blé se imponía ya al largo y al rebote y que aquellas grandes solemnidades Inter comarcales que acompañaban a los juegos decaían al mismo tiempo que su más famoso protagonista, Manuel Lecuona, “ Urchalle”
Todo hacia pensar que se estaba gestando una nueva etapa en la historia de la pelota.
Pero para impulsar el nuevo juego era precisa la aparición de un nuevo coloso, de un pelotari que armonizase las virtudes de las especialidades que desaparecían, con las que sin duda había propiciar el moderno juego.

Indalecio Sarasketa (El Napoleón de la pelota-vasca)

Este pelotari providencial fue Indalecio Sarasketa, el (Txikito de Eibar).
Desde su aparición en las kantxas se vio que había en él un pelotari de excepción.
Puede decirse que fue el pelotari de la difícil facilidad. Las situaciones más comprometidas las resolvía con gran habilidad y desenvoltura y a los 16 años era ya superior a todos los pelotaris.
Venció a mano al famoso “Cura Laba”, y en el partido de revancha celebrado en Bilbao, tras un partido dramático de brutal lo calificaba Peña y Goñi, que asistió al histórico evento, volvió a ganar, convirtiéndose a partir de entonces en el ídolo de los aficionados.
A los 16 años y ya titulado campeón de mano, el Txikito de Eibar venció, a pala a Biximodu quien confesaría después del partido que la violencia del saque de su rival era tal, que tenía que huir de la pelota para que no le alcanzase con su velocidad de un rayo.
Por cierto que esta notable confesión me recuerda otra de Guillermo Amutxástegui, recogida por el escritor turrillas, en relación con los tremebundos trallazos del fenómeno Erdoza menor.
Hasta tal punto se hizo patente la superioridad de Indalecio Sarasketa en la especialidad de pala, que ese mismo año se enfrentó a una pareja “Karrikalutxe y otro”, reza la referencia de la que me sirvo, con pelota de libra y utilizando la pareja el guante.
Venció también Txikito de Eibar. Le concertaron un nuevo partido, aún más comprometido. Se disputó en el frontón de  Elgoibar.
El nuevo campeón jugaba contra Mendaro y otro, también con pelota de libra y con la particularidad de que la pareja podía retener la pelota en la mano y devolverla “arrika” es decir a pedradas. Nueva victoria del Txikito de Eibar.
Después de la pala vino el guante explica Peña y Goñi, 14 años mayor que Indalecio y, por tanto testigo de excepción de su gloriosa carrera deportiva, lo mismo el largo que el corto, y luego vino la cesta y el maravilloso pelotari lo absorbió todo, dominó todos los juegos, la punta-volea, el remonte, despertó entusiasmo delirante en las tres provincias vascongadas, en Navarra, en la Rioja, en San Juan de Luz, y pasó una vez por Madrid donde jugó a pala contra el cura Etxeberria dándole siempre el saque.
Antonio Peña y Goñi no da el resultado de este partido pero, una de las cosas que viene a confirmar su relato es lo importante en calidad y cantidad participación de nuestros curas decimonónicos en el juego de la pelota.
Y ahora, nada menos que en Madrid, se enfrentaba de nuevo con otro sacerdote pelotari…
En 1878, es decir a sus 18 años, el Txikito continuó disputando partidos cada vez más complicados y obteniendo grandes triunfos. Un día se enfrentaba a otro pelotari, teniendo que jugar siempre de aire con la mano derecha y utilizando sólo la izquierda para devolver la pelota a bote, mientras que su oponente jugaba a habilidad libre y, por su puesto, con las dos manos.
Ese mismo año venció al Molinero en Pamplona, actuando el Txikito con la izquierda libre y utilizando la derecha siempre debajo de la pierna. (Bajo-pata), como se dice en el argot de los frontones.
Y así jugando a mano, a pala, con los dos guantes, a cesta, de revés con la derecha, de bolea, de bote, a remonte, a punta, con dos manos, con una, (bajo-pata), con pelotas vivas y motelas, pesadas y ligeras, se convirtió el Txikito en el monarca indiscutible del deporte vasco en todas sus modalidades.
“venció recapitula Peña y Goñi en su libro a Laba, Catúa, Bishimodu, Karricalutxe, Mandaro, al panadero Shanti de Lekeitio, Urtxalle, al Molinero de Pamplona, Félix, San Juan, a franceses, navarros, guipuzcoanos y vizcaínos; desfloró la cesta, importada de la región vascofrancesa hacía 1858, creó con ella todos los atractivos del juego moderno, dando a éste la importancia que alcanzó bajo el reinado del incomparable pelotari y preludiando al pasmoso desarrollo que adquirió en seguida y lo trajo triunfante a la capital Madrid”.
Salvo ese “desfloramiento” de la cesta que le atribuye D. Antonio al portentoso Txikito y que en puridad no podía corresponderle (ya que si fue importada en 1858 como él mismo señala, nuestro pelotari estaba todavía por nacer), la exaltación que vuelca Peña y Goñi en su comentario se queda corta a la hora de avaluar los meritos de Indalecio Sarasketa.
Es evidente que todos los deportes, para desarrollarse o consolidarse, han precisado de una figura excepcional. La pelota naturalmente, no podía ser una excepción en ninguna de sus especialidades.
Y no lo fue. Así, Atano III, con su juego incomparable, su toque, su agilidad felina y sus espectaculares travesuras de konsajupe, revolucionó en la década de los años 1920, el juego a mano, fomentando una afición a la modalidad que ya parecía aletargada a causa de la morosidad de los antiguos partidos, cuyos tantos resultaban interminables debido a que los pelotaris concentraban sus esfuerzos en pelotear, sin decidirse a arriesgar las jugadas, hasta que alguno de ellos, ya fatigado o aburrido, perdía el tanto.
En el libro de Louis Toulet “La pelote basque, se menciona un partido disputado en el frontón Moderno de Donostía, entre Takolo y Baltasar contra Txikito de Azpeitía y Urcelay y en el transcurso del cual hubo un tanto que duró (43 minutos).
El basakatu de Azkoitia implantó un juego agresivo y audaz, resolviendo las jugadas rápidamente y convirtiendo un juego monótono en un espectáculo atractivo y emocionante y fue a partir de su aparición en las kantxas cuando el juego cobró nuevos alicientes.

EL REMONTE CON JOSHÉ IRIGOYEN Y JESÚS ABREGO



Los dos pelotaris más grandes de la historia del remonte, a la izquierda: el “Mago del remonte” Jesús Ábrego Narvarte, y “El León Navarro” Joshe Irigoyen Igoa

El remonte inventado por el inefable Juan Moya Bernedo en el verano de 1904, tuvo la fortuna de poseer dos figuras señeras que además se relevaron con una oportunidad providencial: Joshé Irigoyen Igoa “El León Navarro” dotado de una fuerza tan descomunal quien “rompía” las muñecas de sus  más fornidos oponentes, y Jesús Abrego, “El Mago de Arroniz”, el pelotari más hábil y más elegante que jamás haya pisado las losas de un frontón. Cuando les tocó enfrentarse a ambos remontistas, Irigoyen había iniciado ya su cuesta abajo deportiva y Abrego no había alcanzado todavía las altas cimas a que por su ciencia y sus condiciones físicas, estaba predestinado.
Así quedó la gran incógnita esa incógnita que nunca puede aclararse porque el partidismo y las pasiones lo impiden respecto a la supremacía histórica de la especialidad. Y surgió naturalmente, el inevitable choque generacional. Los viejos tomaron partido por el coloso de Bera de Bidasoa y siguieron considerándole como el campeón de todos los tiempos.
Los menos viejos, que pocos años después veían enfrentarse al Mago de Arroniz respaldado por un zaguero de segunda fila, a los tríos más poderosos y, encima, salir muy a menudo airoso de tan comprometidas experiencias (brindando exhibiciones memorables), decidieron categóricamente que el remonte no había dado jamás una figura de su magnitud.

Con respecto a la pala y la cesta-punta hay que convenir en que no han tenido un fenómeno que destacara tanto de los demás como estos pelotaris legendarios, si bien ha habido palistas y puntistas de gran categoría, desde el Txikito de Gallarta hasta manolo Iturri, y desde Erdoza menor hasta Guillermo Amutxastegui o desde Piston hasta Txikito de Bolívar.

Los hermanos Erdoza con el fenómeno a la izquierda de la imagen Erdoza-Menor

La decadencia de Indalecio Sarasqueta fue prematura y triste. Cuando regresó de Buenos Aires en 1886 ya no era el mismo. Venia cansado y sin las facultades de sus buenos tiempos. En San Sebastián le enfrentaron con el célebre Manco de Billabona, el día 19 de agosto de 1886, perdiendo Txikito, si bien hay que consignar que cayó con honor y que opuso una gran resistencia a su adversario.
Hay una crónica de aquel partido escrita por V. de Celaya, que en cierto modo recuerda un poco la muy célebre de D. Miguel de Unamuno a propósito de un partido de pelota disputado a finales del siglo XIX en el frontón de Abando.
El cronista dice que al terminar el partido “unos cuantos amigos del Txikito le abrigaron, echándole sobre los hombros la chaqueta, iba sereno como siempre; pidió un cigarrillo, y sin que le temblara la mano, lo encendió, a la puerta del frontón.
El párrafo es triste y ominoso. Se advierte en él como una premonición del final, de despedida. Efectivamente. Dos meses después de este partido el Txikito jugó otro, en Durango, contra el pelotari renteriano Vicente Elicegui. Y esta vez, aunque exhibió algunos destellos de su antiguo juego, apenas pudo oponer resistencia a su rival, que gano el partido fácilmente.
El Txikito de Eibar, estaba acabado…!a los 26 años ¡ su carrera había sido, pues tan efímera como fulgurante. Porque hay algo que no se puede olvidar. Y es que durante los 10 años que anduvo en las kantxas de los frontones, tanto en Euzkadi como en Madrid y en América, evidenció una clase portentosa y demostró ser muy superior a todos los demás pelotaris de su tiempo, ¡en todas las especialidades¡
Los elogios que D. Antonio Peña y Goñi dedica al Txikito de Eibar, en la hora triste del adiós, no se limitan solamente al aspecto técnico de su juego o a su noble comportamiento en la kantxa, sino que alcanzan incluso al físico del extraordinario pelotari.
A este respecto, cuenta que Paysandú, su famoso rival Argentino, dijo en cierta ocasión al doctor Viale Avellaneda. “Era tan lindo que uno no se cansaba nunca de mirarlo”. Y por lo que uno lee en el libro de Antonio Peña y Goñi, su prestancia Física, su nobleza y su simpatía hicieron que tuviera gran éxito entre el elenco femenino.
Y, por lo que deduce, tal vez este éxito contribuyera a precipitar el final de su carrera…Indalecio Sarasketa murió el 1 de Abril de 1900, sin haber cumplido los 40 años.

 (Este articulo es de Miguel Pelay Orozco)

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