jueves, 22 de agosto de 2019



D. Antonio Peña y Gañí, San Sebastián 1856-1896
El gran cronista Donostiarra, en tres especialidades,
Pelota- Vasca, Tauromaquia y Opera

D. Antonio Peña y Goñi (1856-1896)


 San Sebastián. D. Antonio Peña y Gañí 1856-1896  

San Sebastián año 1892 Estas páginas como introducción al libro están dedicadas al gran escritor donostiarra, que fue un erudito en tres materias bien diferentes (Pelota, tauromaquia y Opera), con gran éxito en las tres, pero  a mi lo que me interesa es la pelota, y aprender de este gran maestro de la pelota-vasca. Ha llegado el momento de ocuparnos de un hombre muy importante en el campo de la bibliografía de la pelota-vasca. D. Antonio Peña y Goñi. Literato de nota, intelectual brillante, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Comendador de la orden de Isabel la Católica, caballero de la de Carlos III, Cruz del Mérito Naval, y adjudicatario de otros muchos nombramientos y honores relevantes, conquistó notoriedad ejerciendo el periodismo y especializándose en tres materias tan distintas como la música, la tauromaquia y la pelota-vasca. Escritor partidario de la precisión, puede decirse que don Antonio recogió en sus libros y artículos lo más sobresaliente del movimiento registrado a lo largo del siglo XIX, en los tres campos citados. Por ser ajenos al tema que nos ocupa, pasaremos por alto los de la música y la tauromaquia, en los que nuestro crítico alcanzó gran popularidad. Nos concentraremos en nuestro deporte de la pelota-vasca. 


  

Portada del libro, la Pelota y los Pelotaris, publicado el año 1892 de D. Antonio Peña y Goñi 


 Entre estos libros antiguos y agotados acerca del (Sport-Vasco) por antonomasia se encuentra La Pelota y los Pelotaris de D. Antonio Peña y Goñi. En éste libro que hay que consultar forzosamente todo aquel que se proponga efectuar un estudio sobre nuestro juego de la pelota. El libro fue publicado  el año 1892 en la imprenta de. D. José M. Ducazcal de Madrid. Y dos años más tarde se volvió a reeditar en San Sebastián. Pero yo creo que, aunque no sea más que entre los muchos pelotazales que hay actualmente en el país, otra reedición de la obra de D. Antonio Peña y Goñi tendría una espléndida acogida. A.  D. Antonio Peña y Goñi, la idea de que la pelota pudiera nacer en la Grecia pagana, posibilidad que admite, no parece inquietarle gran cosa. En realidad no le preocupa nada el origen del juego popularizado en el mundo por los vascos. Las disquisiciones históricas expresa en un tono un tanto irónico me llevarían probablemente a averiguar que los primeros jugadores de pelota fueron Adán y Eva, y la primera cancha abierta el Paraíso. Y continua agregando que desde Adán y Eva hasta Perkain, Azantza y el hijo de Simón de Arrayoz, hay una barbaridad de siglos, los mismo que voy a saltar, con permiso de los lectores, para fijarme en los comienzos del siglo XX, que señala la importancia del juego de la pelota en la Región Vasco-Navarra. Para cuantos sienten interés por la historia de la pelota vasca, es una suerte que  D. Antonio Peña y Goñi, se desentendiera de las múltiples versiones prehistóricas o, pseudo históricas que han circulado y siguen circulando en torno a la autoría del juego de la pelota. De haberse perdido en ese mundo farragoso de los esferisterios, el harpastum, el aporraxis o el urania, es probable que no hubiera podido centrarse en el estudio del pasado siglo XIX, como lo hizo para darnos una relación muy completa de  una etapa, de un periodo histórico de excepcional interés, ya que en su curso se produjeron las sucesivas evoluciones que llevarían al juego de la pelota a su fase actual. La página en la que Peña y Goñi se burla un poco del fervor historicista, se cierra con el siguiente párrafo, que transcribo para el lector y en el que se aprecia el entusiasmo que sentía el ilustre periodista donostiarra por su país: Raza admirable, hombre de fisonomía inteligente y fiera, de miembros vigorosos y musculatura de acero, dotados de una ligereza que ha dado margen al proverbio francés: (Il saut comme un basque) amantes de su país hasta el exceso, altivos e independientes, sobrios, honrados y trabajadores, los vascos se han distinguido siempre en el juego de la pelota y ha hecho de las varoniles luchas de  Los frontones y las plazas, un espectáculo que puede calificarse de indígena, y en el que nunca han conocido rival. La importancia de Peña y Goñi en la historiografía de la pelta-vasca especialmente en todo lo que se refiere al siglo XIX, es enorme. Sin temor a incurrir en exageración puede afirmarse que no es posible comprender, y mucho menos interpretar, los muchos acontecimientos y evoluciones técnicas que se produjeron en el curso del siglo XIX, que fueron trascendentales en el desarrollo de nuestro deporte y de sus diversas modalidades, tal como hoy son practicadas, sin pasar por Peña y Goñi. Es como una asignatura obligada para el investigador. Uno de los detalles pintorescos que él nos dio a conocer es que el nombre con el que hoy se conoce en todo el mundo el deporte vasco, (Jai-Alai), fue ideado por Serafin Baroja, padre del novelista autor del libro de la primera ópera vasca (Pudente), cuya música era del maestro J. A. Santesteban así como la letra de la marcha de San Sebastián, del maestro Raimundo Sarriegui. Fue asimismo fundador de uno de los primeros periódicos en lengua vasca, el titulado (Bai, jauna, bai) a finales del siglo XIX y que junto con el gran Bilintx, agruparía a hombres importantes en el campo de la literatura vasca, como Manterola, Soroa, López Alén, Arzac, los Artola y un largo etc. Pero, veamos como surgió  ese nombre de (Jai-Alai) con el que hoy se designa en los cinco continentes a nuestro deporte.   


Vista de la cancha del frontón de verano descubierto (Jai-Alai)  del barrio donostiarra de Ategorrieta se inauguró el año 1887, cerró sus puertas el año 1932  Corría el año 1887. Iba a inaugurarse un frontón que acababa de construirse en el paseo de Ategorrieta. 


Se trataba de una instalación preciosa, descubierta, con palcos elegantes y un aforo considerable para la época. Su empresario era D. Lucio González Iribarne. El nuevo juego de la pelota iba a necesitar un nombre. D. Lucio quería que ese nombre fuera un nombre vasco. Serafín Baroja estaba entonces en candelero; una letra suya acababa de quedar integrada a la marcha de San Sebastián, de Raimundo Sarriegui. El empresario se acerca un día al poeta y le pide un nombre vasco para el nuevo frontón de Ategorrieta. Y el poeta le da ese de Jai-Alai (Fiesta Alegre en castellano). En puridad, puede que la denominación no sea correctamente adecuada para designar el juego vasco, ya que la pelota tiene siempre un signo dicotómico y hasta diría que dramático por cuanto supone de enfrentamiento y de lucha, de vencedores y de vencidos. Por añadidura y como decía D. Miguel de Unamuno, (el dinero anda de por medio sazonando la pasión). Así pues, de un lado está, efectivamente. La alegría; pero del otro y como contrapunto inevitable, la tristeza. Y en el fondo late siempre el enardecimiento, la vehemencia…Mas en cualquier caso, adecuado o no, el hecho es que el tal nombre posee dos ingredientes muy importantes: uno visual, Jorge Oteiza concede siempre mucha importancia a este factor de la visualidad en la elaboración y en el aspecto de la palabra escrita. Y evidentemente, la expresión (Jai-Alai), resulta grata para el lector. El otro ingrediente es el de la eufonía y también resulta evidente que la palabra (Jai-Alai) al ser pronunciada de viva voz adquiere una especie de musicalidad rimada, ciertamente atrayente. Puede que aquí residiera el secreto de que la palabra ideada por Serafín Baroja hiciera fortuna. Porque el hecho es que al (Jai-Alai), donostiarra le fueron sucediendo muchos otros (Jai-Alais) el Madrileño, el de Zaragoza, el de la Haban-Cuba, el de México, el de Miami, el de Shangai-China, el de Manila- Filipinas y el de otras mil ciudades por el mundo entero. Como dato curioso señalaré que el nombre concebido por D. Serafín Baroja en el callejero de Caracas-Venezuela, donde es sabido, no hay nombres de calles sino de esquinas de cuadras o de manzanas. Pues bien, una de estas esquinas llevó el nombre de Jai-Alai, incluso muchos años después de desaparecido el frontón epónimo, construido medio siglo atrás al este de la ciudad. Y hubiera seguido llevándolo si no fuera porque el crecimiento arrollador de Caracas, con sus inevitables obras de vialidad autopistas, avenidas, tréboles, pasos elevados, subterráneos, etc, cambió por completo la fisonomía de la zona, desapareciendo las manzanas de casas  que allí existían. Y con ellas, las esquinas. Y con las esquinas sus nombres… 


EL JUEGO MODERNO POR  D. ANTONIO PEÑA Y GOÑI
Explica Antonio Peña y Goñi cómo al guante corto y largo, la pala y la mano limpia, que era como se jugaba a largo, a rebote, a trinkete y a blé, tanto en Guipúzcoa como en Bizkaia y Navarra, vino a sustituir la cesta, llamada también txistera, nacida allende, del Bidasoa e importada a Guipúzcoa hacia el año 1858 para la práctica del rebote, y que terminaría utilizándose en otras modalidades de la pelota. Señala el escritor donostiarra que aunque los pelotaris de su tiempo. Apreciaban mucho el piso de las canchas sudamericanas, el preferido para ellos, y de manera unánime, era el frontón Jai-Alai, de San Sebastián, hecho, según sus noticias con una piedra especial de sillería extraída de las canteras de Usúrbil-Guipúzcoa. Como hombre de letras partidario de las puntualizaciones, Peña y Goñi advierte que él escribe bolea y no volea, porque el Diccionario de la Real Academia de la lengua no contempla esta voz. Consigna, si, el verbo volear, pero asignándole una acepción que no termina de satisfacerle. Y curándose en salud también entonces debían de darse entre nosotros los enfrentamientos etimológicos pide perdón a los filólogos para afirmar que bolea procede del euskera (bolia). Y aunque, como diría un manito, parece cosa (averiguada) que los filólogos actuales no compartirán esta deducción etimológica, no vamos a detenernos aquí, dado que nuestro propósito tiene poco que ver con el predio lingüístico, al menos en un sentido riguroso. Conocida es la descripción que hace D. Antonio de las funciones del delantero y del zaguero dentro del juego de la pelota, según las cuales, el primero vendría a ser como el matador en una corrida de toros recordemos que Peña y Goñi no sólo fue un erudito en materia de pelota, sino también de teatro y de toros (de ahí su cotejo) y el zaguero sería el picador. Para éste se lee costillas rotas, los naranjazos y las
Imprecaciones del público.  Y más adelante agregará: Y todo ¿para qué? Para que el delantero se coma generalmente la breva y se lleve las ovaciones en el remate de los tantos‖. Uno acepta que esto pudiera suceder en tiempos de D. Antonio, pero quien ha visto jugar al Guillermo Amutxastegi, de los buenos tiempos, en la zaga; o a Amorebieta IV; o a Gallastegui o al propio Jesús Abrego, cuando actuaba de zaguero, no piensa ni por asomo en la metáfora del picador vapuleado. Estos y otros muchos pelotaris posteriores a Peña y Goñi, llegaron a convertir los cuadros graves en alegres, doblegando a sus adversarios y rematando con brillantez los tantos. Antonio Peña y Goñi, como vasco, manifiesta cierta inclinación hacía la polémica. Así arremete, cierto que con toda caballerosidad, con el fair play que se empleó siempre en el país hasta que las pasiones políticas incorporaran al género contencioso el uso de la injuria y de la falacia contra un médico defensor de las excelencias de los juegos antiguos, especialmente el de largo, por lo cual ponía en solfa al blé. Que es otra manera nuestra de plantear los cotejos ya Unamuno, dijo aquello de (poca grandeza de ánimo arguye negar a los demás para afirmarse a sí mismo), pero olvidando que él mismo practicaba a menudo aquello que imputaba a los demás. Y Peña y Goñi, que como acabamos de ver, ha establecido un parangón tauromáquico con la imagen del matador y la del picador, incide en la misma contradicción al satirizar el hecho de que el doctor en cuestión compare el blé con la zarzuela; el rebote y el trinkete con la opereta; y el largo con la gran ópera. Lo que sí admite el periodista donostiarra es que el juego antiguo, esto es, en el largo e incluso en el rebote, existía una mayor nobleza. Generalmente, estos juegos se practicaban por equipos comarcales o regionales, que defendían en la plaza el honor deportivo de sus zonas respectivas. Y había, por lo tanto, en el pelotarísmo antiguo señala D. Antonio, con un tanto de nostalgia la grandeza de la lucha que persigue un fin levantando, el amor propio erigido en principio fundamental, la lucha en casa, entre montes, en un circulo limitado, el brazo del jugador convertido en símbolo de la región o del pueblo, las regatas de Ondárroa contra. San Sebastián; un carácter, en suma, solemne, abrupto, primitivo)…Esta nobleza y esta presencia del señorío rural en los juegos largos que añora Peña y Goñi coincidirían en cierto modo, con las que Caro Baroja les asignaba cuando los definía como pugnas rurales. Nuestro historiador añadirá más adelante: Manuel Lecuona, (Urtxalle), ganado dos mil duros en Pamplona al pelotari navarro Ocón, en dos partidos de pelota verificados en días sucesivos, perdiendo esa cantidad al monte, en pocas horas, e improvisando con la guitarra ingeniosa versos en vascuence alusivos a aquella debácle, es el tipo alegre, desinteresado, desprendido, noble, franco y simpático, el tipo acabado del jugador de ayer. La prodigalidad en la asignación de adjetivos encomiásticos, revela el entusiasmo de D. Antonio por un tipo humano al que ve en trance de Desaparición. Una especie de bohemio, de arlote, que pasa por la vida sonriendo, cantando y dilapidando. Un Iparaguirre pelotari. Y ya se comprende que su entusiasmo es el entusiasmo del literato y no el del crítico, que ha de tener siempre presente en sus juicios eso que pudiéramos llamar la deontología del pelotari, tanto en la kantxa como en la calle. Pero, a pesar de esta exaltación nostálgica hacía los juegos en trance de desaparición, Peña y Goñi exculpa a los pelotaris que se han pasado al blé y abrazado el profesionalismo. ¿Es suya la culpa? Se pregunta, para auto responderse al punto. No.  El terrible problema de la lucha por la vida es lo que nos preocupa a todos. La solución de ese problema se presenta actualmente al pelotari en términos brillantes y fáciles; la aprovecha y hace muy bien, trance de mediocridad y de falta de brillantez; y que de la misma manera, el Txikito de Eibar, que apareció en las canchas en 1876, cuando el célebre Urtxalle, entraba en la triste rampa de la decadencia y en un momento en que el juego  a mano reinaba el famoso, Cuara-Laba, de Markina, sería quien diera nuevo esplendor al deporte de los vascos. Por entonces destacaban también Biximodu y el Txikito de Azpeitia, el primero en la especialidad de pala y el segundo en la de guante

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